Capítulo 2

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"Mensajes"

Efectivamente. Nunca tuve que haberle escrito tal mensaje, no cuando sospechaba que me respondería mal. Digo, era obvio, ¿no?

Curiosamente al momento que envié el mensaje, lo leyó. Sí me parece raro, pero lo más raro fue que no me respondió. Más bien, solo me dejó el visto. como si fuese lo más normal del mundo.

No le di más vueltas al asunto y solo hice un par de cosas para luego irme a dormir. Aunque no me gusta levantarme temprano, lo tengo que hacer. Mamá se va al trabajo a las seis de la mañana, yo me levanto a prepararle el desayuno mientras ella se da una ducha. Siempre es así, creo que es la única monotonía que tenemos entre nosotras.

Hay veces que discutimos, pero nada fuera de lo normal en una relación madre e hija.

Cuando ya es hora de levantarme, a las cinco en punto para ser más exacta, me lavo la cara, manos y peino mi cabello. Lo siguiente que siempre hago es bajar al primer piso e ir a la cocina a calentar el agua para que mi madre y yo tomemos un té.

A diferencia de las demás familias comunes, nosotras jamás tomamos café, a menos que sea para soportar una larga jornada despiertas. Pero en tiempos relativos, no.

Preparo unas tostadas con mantequilla y luego le pongo jamón encima. Quedan riquísimas, simplemente podrían ser una comida de reyes en otros tiempos.

Cuando ya tengo todo listo en la pequeña mesa de la cocina, procedo a esperarla. No pasa mucho cuando comienza a bajar por las escaleras. Viene con su uniforme que consiste en un delantal azul. Trabaja de nana en la casa de Don Exequiel, un señor de mucho dinero, no es mucho la paga, pero según ella hay que conformarnos con lo que la vida nos da, si luego te da una oportunidad solo debes aprovecharla. Pero ese señor con su hijo me caen bien, no como para considerarlos mi allegados, sin embargo, es mejor que nada.

—¿Cómo amaneces, hija?

—Bien, madre. Está todo preparado, pasemos a comer. No había otra cosa para el pan—digo cuando queda viendo lo que preparé—, lo siento.

—No te preocupes, si las haces muy bien y quedan bastante buenas.

Sonrío cuando se sienta en su lugar en la mesa, que es para cuatro, yo voy al mío y veo de reojo que hay una luz roja que apunta el bolso que siempre lleva mamá a su trabajo. Me asusto causando que mi té se de vuelta bajo la atenta mirada de mi madre sin saber descifrar lo que me pasa en estos momentos.

—¿Qué pasó, Samantha?—no le respondo, no cuando capté de donde viene aquella luz.

Salgo hecha una furia, por dos malditas razones: la primera es que me ha dado un susto de muerte y la segunda es que se me ha caído el té en mi pijama. ¡Mi pijama favorito!.

Voy llegando a esa casa. Todavía se puede apreciar la oscuridad de la noche, creo que por lo mismo es que está haciendo esto.

Cuando llego a la casa color zafiro, golpeo frenéticamente la puerta, realmente estoy enfurecida. ¿Que se cree este tipo para apuntar el bolso de mi madre con Dios sabe qué? Tenía miedo de verdad. Nunca sabes con qué tipo de loco te encuentras en la vida y yo no voy a averiguarlo.

No se escucha ruido proveniente del interior, pero yo estoy absolutamente segura de que fue desde este lugar del que provino la luz que amenazó con dejar nula mi estabilidad emocional.

Fue muy parecido al miedo que experimenté hace un año. Por lo mismo me encuentro de este modo, esa vez no pude defender a mi madre, pero estoy dispuesta hacer lo que sea por ella ahora.

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⏰ Última actualización: Jul 10 ⏰

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