Capítulo 1

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 "Ángel Negro"

Redes sociales.

Creo que todos hemos tenido alguno que otro usuario.

Ya sea para espiar a tu crush; tener otra de respaldo; una personal y otra pública; una en la que puedas ser tú, sin ser juzgados por tus conocidos.

En fin. En estos tiempos no tener un usuario en instagram se consideraría una abominación para la Generación Z.

Yo, tengo una sola. Es anónima. Independiente de las críticas de las demás personas, soy feliz con mi identidad guardada bajo un nombre de usuario y una clave. No tengo porque darle explicaciones a mis seguidores, no me vinculan con nadie en especial, no soy una chica que realmente le interese la vida de los famosos y no soy la que critica a los demás. Solo soy la chica que da consejos de autoestima y ego. Porque últimamente hay personas que tienen más de una cosa y no de las dos. Yo los ayudo a potenciar las dos partes por igual.

Vivo con mi madre en una pequeña casa en el pueblo natal de ella. Nos mudamos aquí hace un año por sucesos que realmente no me gusta hablar.

Estoy completamente consciente de lo que pasó, pero por la salud mental de mi madre, decidimos dejar enterrado ese tema la vez que pisamos este pueblo. Aunque no me he preocupado por la salud mental mía.

Soy hija única. Voy a la secundaria del pueblo, no es como si fuera la mejor educación que puedo recibir, pero no tienes educación digna sin dinero en el bolsillo.

Cómo todo pueblo pequeño, nos conocemos entre todos. De primera me costaba recordar los nombres de todos, aún cuando la mayoría se sabía el mío.

Volviendo a mi anónima cuenta de instagram, un dato relevante en esto, es que tengo más de 17 mil seguidores. Trato de leer todos los mensajes que me llegan diariamente, por lo mismo mis dos amigos saben de mi pequeño secreto y me ayudan a administrar.

En estos momentos estoy viendo la casa de la calle de enfrente, a dos casas a la izquierda, en el pequeño jardín de la mía. Es totalmente azul. Desde las cerámicas del piso, hasta el techo de esta. Nunca supe quien vivía ahí, sé que hay un hombre, pero nunca lo he visto. En el día siempre es silencioso, pero cuando llega la noche, es otra historia. En la noche siempre está con las luces encendidas. Realmente es una incógnita de quién se podría tratar. Y mi escasa (mucha) curiosidad en el tema, no hace nada por resolver el misterio de La casa nocturna azul, cómo la hemos apodado con mis amigos.

—Hola, Samantha— saluda la anciana de la casa de al lado derecho—. Hace un lindo día, me gusta tu vestido.

Estoy usando un vestido blanco con pequeñas margaritas en florecimiento. Me lo coloqué específicamente hoy que hace 32°C de calor.

—Hola. Muchas gracias, me lo regaló mamá.

—Que buen gusto el de ella—dice sonriendo—. Me tengo que ir, que tengas un buen día.

—Igualmente.

Da la media vuelta y entra a su casa.

Miro por última vez la casa azul para luego tomar rumbo a la casa de enfrente.

Cruzo la calle sin mirar a los lados. En este pueblo unas pocas personas tienen autos y son los del otro lado de este. En la casa de los Niños ricos. Pues, al parecer, somos muy bajos como para que ellos vayan a nuestra secundaria y se trasladan al otro pueblo que es mucho más grande que en el que vivimos. Siempre me he preguntado él porqué de estar viviendo aquí, si tienen prácticamente toda su vida allá.

Toco la puerta de color café desgastado que está frente a mí. Se que Adrian está en casa. Son las 9 de la mañana, no creo que él, un ser que habita la mayoría del tiempo en su cama, esté fuera de su casa por estas horas de la mañana.

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