·U ·N· O·

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Él estaba en la cama tratando de conciliar el sueño, supongo que ir a la escuela tan temprano para él era pesado, estaba casi lista, sólo faltaba una cosa: mis pendientes.

Estaban en la cabezera de la cama, justo arriba de la cabeza de Cole, tenía un plan para recuperarlos, y no sólo para eso.
A horcajadas me subí encima del trabajado cuerpo de Cole, quien abrió los ojos apenas sintió lo que sucedía.

–¿Qué haces?
–Busco mis pendientes– mi mente estaba retorcida y es que tener a un dios del sexo, sólo en bóxer, me ponía a pensar, mil y un cosas que podía hacer, antes de ir al colegio.
Bese su cuello suavemente y luego pase mi lengua a su lóbulo, una manera poco común de dar los buenos días,  sus manos no tardaron en reaccionar, aprisionando mi cintura apegada a su torso desnudo.

–¿Qué haces?– dijo con una sonrisa traviesa, y esos alucinantes ojos color verde.
–planeó llegar tarde a el colegio, escuche que el sexo matutino es saludablemente delicioso– pongo la sonrisa más ansiosa y sensual que creo que poseo, y la mirada más intensa para una mañana.
–No lo harás
–Bien, nos vemos quizás al rato.

Dije tratando de sonar lo mas enojada que pudiera, aún que sabía del poder que gozaba sobre él.

Quizá y sólo quizá esto me hacía ver como una cría enberrinchada por no obtener lo que ha pedido, pero... Lo deseo.

–¿Estás molesta? – pregunto con un gesto preocupado, simulando la cara de perrito regañado, a la que no puedes ignorar. Lo miro con indiferencia aún arriba de él, tome mis pendientes y antes de poder bajarme dé su cuerpo, rozo mi feminidad con la fina tela del bóxer obscuro de marca cara.

Su reacción fue inédita. Tiempo récord;  reaccionó y de un solo movimiento, cambió de posición quedando él arriba de mi, sus marcados brazos estaban al rededor de mi anatomía, evitando que todo su peso cayera en mi.

–Dame permiso Cole, debo ir al colegio
–no te enojes mi amor, cuando llegues haremos lo que quieras
–iré a mi casa Sprouse, hoy me quedaré en mi apartamento.

Usualmente yo me quedaba cada que quería en el apartamento de él, algo que resultó muy frecuente en las últimas semanas, pero ahora debía ganar esta partida.

–¿Ya no me quieres? – Pregunto con una derrota terriblemente simulada, besando mi cuello, mordiendo suavemente mi punto débil. Todo sentido se activo, deseando más y más, definitivamente sus caricias tentativas y cautelosas me nublaban la razón, la poca que me quedaba.
–mmhh sí– no se lograba distinguir si era un sí, afirmativo a su pregunta, o un gemido reprimido que empezaba. Mi mente estaba sumamente nublada de lujuria.
–Si por mi fuera, te haría el amor todo el día, sin parar, castigarte; por ser una niña berrinchuda.
–se me quitaron las ganas.
–no te preocupes cariño, yo te las regreso
–mhhh no– respondí burlona, sintiendo ese predominante recorrido eléctrico que dejan sus cálidos dedos en mis muslos.
– Veamos – quedó a horcajadas de mi, dejandome ver por abajo, que su querido Cole Jr. Ya estaba despierto, ¡Buenísimos días! desabotono lentamente los pequeños botones del suéter, lo retiró con suma delicadeza.  ¡Gracias al cielo hoy había escogido, un sujetador de broche enfrente, y la blusa era de botones! ¡Vivan los uniformes sexys escolares!

Los quita uno a uno, como si el tiempo fuera lo menos importante.

–Voy a llegar tarde al colegio– fue lo que dije. Y aún con aquello dicho, sus manos viajaron sobre mis piernas hasta llegar a mi ropa interior, tiró de ella y oí su risa, esa perfecta risa varonil de la que nadie podría avergonzarse.

– ¿sabes lo que dicen de las chicas que usan ropa interior negra?

Sus suaves dedos juegan con el elástico, separandolo de mi piel para luego estamparse con una fuerza más placentera que dolorosa.

–mmhh no– dije en un susurro casi inaudible
–que van a un entierro – acaricio mi feminidad, haciéndome retorcer de placer, de deseo, apreté las sabanas con fuerza, logrando que mis piernas se juntaban para calmar el cosquilleo interno a causa de la revolución erótica.
–Tu lo has dicho – Fantaseo un poco, pero no Cole, el pelinegro  se separa de golpe, mirándome con su ceño fruncido, abrochando a malos modos mi sujetador y tapando mi cuerpo cruzando la camisa.
–¿Yo lo he dicho?– su voz trataba de sonar, gruesa y fuerte, con el toque de molesto.
Pero sólo se escucho, una voz, ronca, baja y el toque de lujuria– Que tengas lindo día, no llegues tarde– ¡Genial! Ahora se había molestado, y todo por su comentario, pero este jaque  maté era mío.

Cole se metió a las cobijas con mis bragas en las manos y cerro sus ojos.

–Bien Sprouse, sabes que no quiero a otro hombre que no seas tú, haciéndome suya. Enojate, esta bien, yo sólo respondí tu comentario, con un sentido para ti, eres el único que quita mis bragas, y ahora si no te molesta ¿me regresas mi ropa interior?

Cole abrió solo un ojo para mirarme y lo cerro después de una mirada divertida.

–Se te va a hacer tarde
–¡Dame mi ropa interior!
–Tienes mas de estos en el cajón
–¡Quiero esa!
–pues no llevaras ropa negra– dijo con un toque de  diversión, pero sabía que ocultaba sus hermosos celos.
–¡Bien! – quite las cobijas que había llevado hasta tapar su cara y su delicioso cuerpo desnudó. Había dicho que ganaría la partida, un par de movimientos y ganaba.
Me quite la blusa del uniforme y la falda a tablones del mismo, quedando sólo en sujetador, me subí a horcajadas, sintiendo la ansiedad de querer más.
Edtando arriba de él, sentí su mandíbula tensar, ¡Uf, el dentista va a molestarse por ese arranque! quedó inmóvil, intentando respirar con mucha, mucha calma.  Mis manos fueron en búsqueda de sus boxers, juguéteando con el elástico de este, de la misma forma que él lo había hecho para mi.

Los bajo poco a poco, tratando de que mi tibio tacto rose en su piel, la cual empezaba a arder.

–¿Qu.. Qué haces?– tenía a Cole bajo mi poder, completamente vulnerable.
–me llevare tu ropa interior, tu vas a  quedarte la mía, yo me llevo la tuya, ¿no es un trato justo, Sprouse?
–Eres... – no lo deje hablar, aún que no sabía que diría, tome su enorme miembro en mis manos apretándolo, haciendo que un gruñido de sus apetitosos labios inundara su habitación.
–es la ultima vez qué voy  preguntarle Sr. Sprouse. – baje mi boca hasta su amigo, y dibuje una sonrisa malvada – Me vas a dar mi dosis matutina – bese suavemente la punta, de su erecto miembro– ¿sí?– pregunte después de su gruñido– ¿o no?– después de aquel 'no' bajo mi lengua hasta sus testículos,  paseando  desdé ese punto hasta la punta de su miembro, al llegar ahí, lo meto a mi boca en un movimiento rápido para luego  sacarlo lenta... mente, Cole gruño mi nombre de una manera embriagadora; ridículamente sexy, y eso me agradaba.
–¿Qué pasa si digo que no?– dijo al fin de una larga pausa, aún  tratando de regular su voz entrecortada. Fingiendo control.
–mhhh te Violo– dije con una
Sonrisa muy seductora.
–¿Me vas a violar, he?
–no sólo eso– me subí directo a su lóbulo para  comenzar a  lamerlo tal como si fuera uno de mis caramelos favoritos... Lo estaba haciendo perder su poco control, así que  comencé a susurrarle:
– voy ha cabalgar tan fuerte, que vas a saber quién es la chica que te hace llegar, te voy a dejar con ganas de darme más y más, pero hoy te voy a violar,  voy a hacer de este, el juego mas excitante de todos, el que seguirás soñando, y con el que cada que recuerdes pierdas los estribos y quieras llevarme a la cama.– sus ojos estaban cerrados, y hacía gestos de dolor, miro sin pudor su natural erección, para relamer mis labios, ¡maldita sea!  Lo tenía, lo deseaba y anhelaba que pasará.
--★--

¿Que tal la primera parte?

He deseado adaptar una historia que escribí hace mucho tiempo, con la intención de saber si les gustaría que Cole tuviera un espacio como protagonista en una historia que estoy escribiendo.
Les mando mil abrazos.

Estrellita si quieren que esto siga.

-SHS_Sprouse

Dosis Matutina- [Cole Sprouse y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora