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Amelie

Las personas suelen decir que algunas veces es necesario perder para encontrar y al parecer lo he perdido todo y siento que no he encontrado nada, aunque quizá las cosas buenas se demoran un poco en llegar. Sin embargo, la derrota es latente, perder a mi padre se siente así, se siente como perderlo todo.

Los hermanos de mi padre solo se presentaron al funeral, reflejando su repudió, un asco que jamás he comprendido, ¿por qué todos me tratan tan mal si formo parte de la familia?

Después de un mes completo de llanto incansable por las noches parezco enferma, la mala alimentación y la escuela empiezan a cobrar fractura, acabando con la poca vitalidad, y el brillo en casi extinto en mis ojos y hace un buen tiempo que tampoco sonrío.

¿Qué pasará conmigo?

Es la pregunta que lleva días dando vuelta en mi cabeza, los mismos días en los que ha llegado una carta inesperada de la tía Helen. Una carta que me provoca un poco de pánico abrir porque espero lo peor y no es para menos, Helen es la que peor me ha tratado, siempre hablándome con desprecio e indiferencia.

Me observo a través del espejo sintiéndome rota y asqueada de mí misma, llevo al menos dos días sin darme un baño, permitiendo que la depresión y la tristeza me sobrepasen, arrastrándome al foso de autocompasión que yo misma he creado. De alguna forma tanta desdicha tiene justificación, no solo se trata de perder a mi padre y extrañarlo con la misma fuerza de aquel fatídico día, los problemas financieros se burlan de mí.

No tengo más que tres mil dólares, una deuda pendiente con el banco por los tratamientos, cincuenta mil, estoy a unos cuantos billetes de ser embargada, perder la casa y después esta la carta de esa mujer tan horrible. Mis enemigos se reducen a ella y el banco, compitiendo por quien me arrebata todo primero, lo que no saben es que para mi no queda nada.

Aún con el alma rota me meto a la tina, donde dejo todo lo que queda de llanto, llorando como una niña pequeña con el alma hecha pedazos. Por un momento me detengo hipando como una cría, escuchar mis patéticos berridos se ha vuelto una costumbre. Por un breve momento me convenzo de recuperar la calma. Pero mi conciencia suele ser un asco últimamente y me juega en contra.

Papá se fue dejándome tantos planes sin concluir, llevándose todo lo bueno con él.

¿Mi esfuerzo no fue suficiente para mantenerlo con vida?

Esa pregunta me flagela día con día y con ella el llanto, mis ojos se cristalizan y la visión se torna borrosa permitiendo que las lágrimas rueden por mis mejillas muriendo justo en mis labios entreabiertos, donde las saboreo y permito que la salinidad se una a ese sabor amargo que siento. Me castigo injustamente, lo sé. La salud de papa estaba muy deteriorada y no se sometió a tratamiento a tiempo pensando que no era necesario.

Quizá debí ser mas insistente.

Con el cuerpo arrugado como una pasa salgo de la tina, me envuelvo en la toalla, en la habitación me visto y seco mi cabello para dejarme caer en la cama. Tengo la esperanza de poder dormir bien, la escuela ha terminado y si me esfuerzo lo suficiente puedo pagar lo necesario para el siguiente semestre de la universidad.

A pesar de toda la mierda en la que mi vida se ha convertido, la universidad es mi cable a tierra, lo que me mantiene con algo de esperanza y fuerzas. A papa le fascinaba lo apasionante de mi vida escolar, estaba orgulloso de la estudiante en la que me convertí a lo largo del tiempo. Entrar a Harvard ha sido el mayor de mis orgullos, la simbología religiosa se convirtió en toda mi vida, los libros, lo antiguo y no me puedo permitir perder eso también. 

No soy rica, pero la inteligencia y sobresaliente desempeño me hicieron acreedora a una beca de ochenta por ciento, que hasta el momento he mantenido a base de esfuerzo y horas de sueño y tengo la esperanza de seguir así. Además, tener el privilegio de mantenerme en Middleton. El lugar en el que he crecido toda mi vida es un pueblo ubicado en el condado de Essex en el estado de Massachusetts, Estados Unidos. La universidad queda a por lo menos treinta minutos en autobús, solía tomarlo a diario hasta que papa me obsequio una camioneta. Es usada y algo vieja, pero con un poco de arreglo logró verse linda sin contar lo gratamente eficiente que es. A pesar de ser un modelo que esta fuera del mercado, tiene estilo, es un cacharro con personalidad.

AmelieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora