6

3.8K 194 3
                                    

En la cabeza de Amelie la idea sonaba aterradora porque si cometía una falta uno de esos ricachones haría que la despidieran de inmediato y adiós empleo. No podía darse el lujo de perder la oportunidad.

Después de llegar al tercer piso y observarlo detenidamente, se imaginó como sería en una verdadera noche. Ahora resultaba hermoso y sereno, pero repleto de gente era otra cosa.

- Hola Ami, perdona por el retraso, mi esposa está embarazada y es algo tediosa por la tarde. ¿Estás lista? - El sorpresivo saludo de Artur la hizo salir de sus vacilaciones e incluso le dio una pequeña sonrisa por el diminutivo que le había puesto, Ami.

- Hola, descuida espero que esté muy bien y felicidades. Podemos empezar cuando quieras. - para Amelie era sorpresivo que todos sus compañeros de trabajo eran muy cálidos y amables. Nunca imagino cual sería el ambiente de trabajo en un bar/club y mucho menos que hubiera personas tan gentiles.

-Perfecto, entonces a la carga. - con paso rápido la invito al interior de la barra, explicándole que Madeline estaría ayudándole cada noche, ella sería su compañera.

Habló de cómo estaba dividido el alcohol en los estantes, además de cómo preparar las bebidas. Al final le dio un libro pequeño con las recetas de lo más pedido, y también le explicó cómo debía tratar a los clientes.

Artur era un barman excelente, hacía movimientos elegantes con maestría. Se notaba cuanto le gustaba servir y lo dedicado y estricto que era. Le hizo practicar por un par de horas, además de ayudarle familiarizarse con el sitio.

A eso de las 6 p.m. Nina llamó a la joven a su oficina, rápidamente colocó todo en perfecto orden y con una velocidad que desconocía camino al despacho. Allí le entrego su uniforme, el cual era un vestido negro de mangas largas y cuello redondo, bastante cubierto de arriba, la falda del vestido era circular y estaba algo corta, pero no demasiado. Le indico que debía usar medias negras y zapatos de piso para no castigar sus pies. Los fines de semana el uniforme cambiaba de color, era un vestido exactamente igual, pero rojo. También le dio una placa con su nombre y explico cómo debía llevar el cabello, normalmente en una coleta alta y el maquillaje era opcional.

Antes de irse se encontró con Madeline, ella estaría mañana con Amelie para enseñarle la dinámica con la que se movería tras la barra y para seguir practicando por supuesto.

Salió a las 7 p.m. en punto camino a la librería en donde estuvo hasta pasadas las 9, sacando y ordenando libros, pero dejando todo listo e impecable para la inspección de mañana.

Al terminar soltó un pequeño gemido de satisfacción, el lugar estaba impecable, en perfecto orden y lograr eso la tenía muy contenta. Por primera vez en varios días sintió que estaba haciendo algo y lo estaba haciendo bien.

Sin demorar más cerró el lugar y tomó el camino a casa donde la mayor la esperaba, esa idea sonaba dulce en su mente, recordándole que nunca más estaría sola.

Al llegar de las buenas noticias a Annie, además de hablar del trabajo, como estuvo el sitio y el buen recibimiento de sus compañeros. Después se dio un baño y bajó a cenar

La mayor y Amelie cenaron frente al televisor para después dormir. Fue un buen día, quizá ocuparse todo el tiempo ayudaba a evadir un poco la pérdida de su padre, aunque por la noche dejaba caer un par de lágrimas, era su manera de vivir el duelo.

[...]

El día de hoy iniciaba fatal para la menor, el pago de la matrícula universitaria reducía su capital a nada, además de acudir forzosamente al banco a pagar cuando, debía estar con Annie en la librería por el asunto de la supervisión. No se repicoteo más el cerebro y decidió pagar después de la visita del heredero Vettra.

Estaba despierta desde las 5 a.m. preparando unos deliciosos pastelillos de manzana para colocar en una mesita a modo de bocadillos y así dar una mejor impresión al nuevo dueño. Annie le había propuesto venderlos en el lugar y así atraer a más gente. La idea era perfecta podría tener un ingreso extra y enserio lo necesitaba.

Annie también le propuso ser parte del personal, ella conocía al nuevo dueño y podría pedirle que contratara a la chica, no lo hacía solo por ayudar a Amelie sino porque el lugar en realidad necesitaba de dos personas y la vitalidad de alguien joven.

Eso era perfecto para la menor, ayudaría en sobremanera con las deudas que tenía encima, le daría tiempo para hacer sus tareas ahí mismo y con eso podría ayudar a la mayor con algunos de los gastos de la casa.

[...]

A las 7 a.m. Annie bajaba a la cocina encantada por el delicioso olor de los pastelillos que la chica había preparado, se encontraba envolviendo y guardando todo en un refractario de cristal tarareando una canción de Sinatra, lo que lleno de ternura a la mayor, y no era para menos, Amelie estaba recuperando su vitalidad, la veía menos pálida y cada día más animada que el anterior.

- Hola, Buenos días. ¿Lista? - Saludaba la mayor.

- Buen día, solo estoy terminando de guardarlos. Hice té. - Ofreció la chica.

- No te hubieses molestado, ¿te levantaste muy temprano? - Se sirvió té y Amelie le tendió un pastelillo.

- A las 5, pero no es problema. Hoy poder dormir temprano. - guiño el ojo.

- Nunca me voy a cansar de agradecerte, la librería quedó muy bonita. Tienes un talento para ordenar y decorar interiores. - dio un mordisco al pastelillo y soltó un gemido de satisfacción.

- ¡Dios santo!, Amelie esto... esto... es delicioso, cariño. - La menor sonreía.

- Gracias, no sabía que te gustarían tanto.

- Basta de modestia, son magníficos. Guarda eso o los comeré todos. - Rieron.

- No, no. Tenemos que sorprender al jefe. - guiñó de nuevo la menor.

- Es cierto, pronto seremos colegas. - se sonrieron.

- ¿Crees que me del empleo?

- Por supuesto, no hay nada que Santino pueda negarme. Lo cargue en brazos y limpie su trasero, me lo debe. - Amelie no evito la risa ruidosa que le causo el comentario.

Santino Vettra Lombardi era el heredero de casi el 60 % de los negocios del señor Maximilien Vettra, su hermano Rase solo había querido lo relacionado con los autos pues era un fanático de ellos y desde muy joven se había involucrado en la empresa familiar dirigiendo en Alemania y visitando las sedes que tenían por el mundo.

Antes de convertirse en el hombre que es ahora, Santino vivió su niñez en Middleton, justo a su madre y abuela. Annie había sido su nana, quien compartía con Rase. La quería tanto que cuando partió a Italia por órdenes de su padre lloró amargamente en sus brazos y le enviaba una o dos cartas por mes contándole lo mucho que la extraña y lo nuevo que era todo para él.

Con los años la abuela de Santino enfermo, la señora rondaba ya los 98 años y Annie se mantuvo fiel a ella hasta el final de sus días. La familia al notar el profundo cariño de Annie decidieron no abandonarla y darle un nuevo trabajo que se había mantenido hasta la actualidad.

Annie confiando en el profundo cariño de Santino, tenía la viva esperanza de que contratara a Amelie. La menor era muy servicial, humilde y honesta. Además de toda una apasionada por la literatura.

AmelieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora