Mi corazón duele, pero aun así me niego a detenerme. Es como si algo invisible y más fuerte que yo me empujara sin descanso, arrastrándome hacia el vacío que tanto temo... y tanto deseo.
¿Cuánto más debería caer?
¿Qué hago si ni siquiera entiendo esto que siento? Lo reconozco, sé de qué se trata, pero no quiero vivir con esta incertidumbre clavada en la piel para siempre. Aunque... ¿qué otra opción tengo? No existe otra vida con la cual compararlo.
Tal vez debería seguir fingiendo. Tal vez debería callarlo hasta que deje de doler.
Pero... ¿y si ocultarlo me destroza desde adentro? ¿Si lo que queda de mí no es suficiente para los demás? ¿Si el cariño que aún me sostiene se quiebra bajo su propio peso? ¿Sería posible?
Puedo sentirlo. Cada vez que mi pecho se aprieta, cada vez que el aire se vuelve insuficiente y mi mente se apaga por unos segundos. Esos instantes donde todo se detiene, donde todo se silencia.
No me importa.
No me importa.
No me importa...
Después de todo, nadie lo hace realmente. ¿Y qué?...
Tengo suficientes placebos para esta vida y la siguiente.
