Iruka se balanceó sobre la soga que cruzaba de un extremo del arroyo al otro. La nostalgia era una íntima amiga esa tarde. A su memoria venía el recuerdo de años atrás, en su tiempo de pregenin, fallando a esta prueba una y otra vez. Era por esa memoria que se encontraba tonteando.
Con chakra sería pan comido.
Con pura destreza, igual. Era tonto lo que hacía, pero sentía satisfacción al llegar al otro lado del arroyo sin siquiera tambalear.Había llegado tan lejos, atrás quedaba el niño que desesperadamente buscaba afecto en cualquiera que le diera mínima atención, ahora era un hombre. Un chunin.
Debía sentirse plenamente orgulloso, rebosante de alegría por sus logros pero a pesar de medianamente estarlo, de alguna forma, algo faltaba... Había un hoyo en su corazón, un vacío que nada tenía que ver con la falta de sus padres; ese era un dolor ya sordo, que jamás se iría pero aprendería a lidiar de una nueva forma cada día.
Iruka alzó la vista, no sin antes borrarse los rastros de tristeza al tallarse los ojos, al momento que la voz de Mizuki lo alcanzó, llamándolo para ir a festejar en su honor.
Allí fue cuando lo supo. La soledad era familiar para Iruka, pero al ver a la novia de Mizuki tras de su amigo, entendió que quizás debía irse presentando a un nuevo tipo de ella. A diferencia del otro, Iruka no tenía a una hermosa chica con quien consolarse después de lo vivido en una misión, no habría una persona en su hogar que lo recibiera con la misma ternura que Tsubaki ofrecía a Mizuki, Iruka no tenía alguien que lo amara, y a su vez, él no amaba a nadie.
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La noche se extendía con lentitud, el bochorno de abril lo mareaba y no había suficiente infusión que lo refrescara. Maldecía el momento en que accedió a cubrirle a Izumo su turno de vigilancia de las puertas de Konoha; algún día, se decía Iruka, debía dejar de ser tan débil a las historias de amor como lo eran la de Izumo y Kotetsu que celebrarian esa noche su tercer aniversario de "noviazgo", y el segundo de casados.
El sudor caía por sus sienes, y como la gota que deslizaba con prisa en sus sienes hacia su cuello, así de rápido lo hacía su paciencia saliendo de su cuerpo. Decidió pararse y matar el tiempo al salir por las puertas, antes haciendo un breve gesto al jounin que le hacía compañía para solicitar permiso. El jounin accedió, el mal genio del chunin Umino comenzaba a contagiarlo.
Durante el camino Iruka no encontró nada interesante, hasta que los ladridos de perro llamaron su atención. Atraído por el sonido, lo persiguió. Al costado de un cachorro, bastante feo y con la cara aplastada, había un hombre. Por la sombras de la noche su cuerpo no relucía, pero su rostro... El rostro de aquel hombre detuvo el corazón de Iruka, alejando su mal humor cuando los ojos verdes se centraron en él.
Su piel era blanca como la luna que lo iluminaba, tenía un perfil masculino que irradiaba una energía cautivante, la existencia de lineas púrpuras atravesando desde sus párpados hasta las mejillas hizo que los dedos de Iruka picaran por tocarlas.
Cuando el hombre sonrió, mostrando el indicio de colmillos, el corazón de Iruka volvió a la vida con frenesí.
Quería saber su nombre, el porqué de su estadía en Konoha; quién era él y de dónde era para poder seguirle era lo único que importaba. Pero antes de que Iruka pudiera ir tras él o hablarle, el extraño hombre guiñó un ojo y desapareció en un remolino de hojas.
Iruka sintió un vacío, una tristeza del pasado golpeaba con más fuerzas que nunca. Se resintió, y con el pecho en conflicto con el raciocinio, deseó verlo una vez más.
El soldado no supo cuánto tiempo se quedó ahí, esperando que aquel hombre resurgiera, pero fue necesario que su compeñero jounin viniera a buscarlo para despertarlo a la realidad.
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Iruka soñó con él por las noches. En las mañanas lo buscaba en todas las caras que conocía, y cada día el corazón le dolía cuando no lo encontraba.
El vacío que se había llenado al ver su rostro se volvía a expandir a medida que el tiempo transcurría desde su encuentro hasta el presente.
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Pasaron años y al fin lo encontró. Tan cerca había estado, y aunque fue tan difícil conseguirlo, cuando Iruka se acurrucó en la cama a lado del hombre que amaba, pudo ver aún la belleza que esa noche lo había cautivado para siempre.
La piel era igual de marfil, plasmada con heridas de guerra a las cuales besaba con afán de honrarlas; sus ojos oscuros lo hechizaban como ningún otro. El cabello no era el castaño de esa vez, sino un gris sucio que adoraba acicalarlo. No había manchas púrpuras, pero no hacía falta ningúna de ellas cuando los labios de Iruka podían marcar con amor y sus labios cada espacio de su rostro.
Era bueno haber encontrado lo que hacía falta en su corazón, era una dulce bendición conocer a Kakashi.
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Tal vez demore para escribir los siguientes días, mañana me vacuno y dependiendo de mi reacción nos veremos!!!
Las listas de fictober que usaré pertenecen a Celeste Cáceres, son uNA JOYA DE PROMPTS:
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we fell in love in october
Fanfiction31 historias de KakaIru. Lista de fictober: Celeste Cáceres (Facebook).