Prólogo

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Lan WangJi había muerto.

El Segundo Jade de Gusu Lan estaba muerto.

El gran HanGuang-Jun dejó de brillar en el mundo del egoísmo y la maldad.

Dejó de ser aquel que portaba y traía la luz.

La brillante espada celeste Bichen ya no resplandecería en su propia justicia.

Las hermosas notas del famoso guqin WangJi ya no sonarían con las melodías del fin del caos.

Esos magníficos ojos dorados ya no hechizarían a las personas con una sola mirada.

El poderoso aroma del sándalo ya no lo calmaría como lo hizo en sus sueños.

Ya no lucharía con esa persona nunca más.

Ya no podría molestarlo hasta lograr que aquella fría apariencia se rompiera en un grito.

"-¡Wei Ying!-."

"-¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan!-."

Ya no sería esa molesta polilla que bailaba cerca de esa luz, de saber y emocionarse al obtener esa atención.

Porque esa luz fue extinguida, porque esa luz fue apagada, porque esa luz ya nunca volvería a brillar.

Porque Lan WangJi estaba muerto.

Porque Wei Wuxian no entendía cómo alguien tan recto y tan apegado a miles de reglas que definían lo correcto y lo incorrecto haría algo como dar su vida por un simple cultivador demoniaco.

Esas tres mil reglas tan rigurosas no evitaron que su mejor discípulo las rompiera y buscara la verdadera justicia que sentía era la correcta.

"-Wei Ying vuelve a Gusu conmigo-."

¿Por qué no fue con el?

"-Wei WuXian  pertenece a la secta de Yunmeng Jiang y Gusu Lan no puede tomar alguna decisión sobre mis sirvientes-."

Porque no notó el odio de su hermano hacia él con solo esa frase.

Un sirviente.

El para la secta Jiang solo era un sirviente, un perro entrenado para defender a su dueño y salir en ataque a aquellos que intenten lastimarlo.

Wei WuXian le tenía mucho miedo a los perros.

Lan WangJi lo buscó a pesar de la renuencia de Jiang Cheng como si no importara que estaba enfrentando a un líder de secta solo por el.

Y Wei WuXian solo alejo a la pura luz de la corrupta oscuridad.

Causando más dolor de lo pensado.

"-Wei Ying siempre estaré aquí para ti, no lo olvides-."

Tantas veces buscó ayudarlo y Wei WuXian pensaba que Lan WangJi lo hacía por las apariencias y los títulos.

Mentir estaba prohibido; era una de las reglas del muro de Gusu.

Y Lan WangJi era el claro ejemplo de ello, no era muy hablador, pero cuando decía algo nadie podía evitar prestarle total atención y creer en sus palabras.

Porque era HanGuang-Jun.

Un alfa prodigio como Wei WuXian.

Un joven lleno de vida y de un gran futuro; no habría omega que no quisiera ser el esposo o esposa del más apuesto de los alfas de la generación.

Y era increíble que Wei WuXian se pusiera molesto de pensar que Lan WangJi se uniría a un omega y ya no lo miraría de esa forma tan peculiar.

Fue tan ingenuo de pensar que su hermano olvidaría el rencor hacia los Wen y tal como Wei WuXian ayudó a reconstruir Yunmeng, Jiang Cheng le brindaría asilo a su nueva familia.

De Alfa a OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora