02|El disco

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Dejé de oír las risas de Oliver, que estaba segura que antes era causada por alguna cosa que visualizó u oyó en el móvil.

Me enfoqué en el objeto que llevaba en mi mano, traté de sobremanera recordar o al menos imaginar cómo llegó a mí. Estaba casi segura que no lo tomé. Retrocedo mentalmente en mi memoria, la imagen de la señora Amelia metiendo mis compras, ella charlando de diversos temas, las personas de fondo murmurando, no presté ni la mínima atención a aquello.

Y era así, en la tienda habían más personas, algunos agitados mirando las etiquetas de los productos, otros de manera paciente eligiendo y los que se reían despreocupados, cómo si no tenían más asuntos que hacer. En fin, en el momento no me tomé ni la molestia en determe a analizarlos, era de paso cuando lo noté. Quizás alguien se aprovechó de eso y metió el disco a mi bolsa.

¿Por qué?

No tenía idea.

—Rhea —mamá entró a la cocina, frunciendo la frente. Dejó de lado sus elementos de jardinería— ¿Por qué todas la puertas y ventanas están cerradas? ¿Tienes algo que ver con eso o acaso fue alguna locura de tu hermano?

—Yo..

—¿Si? —interrogó.

«Piensa rápido»

Apreté mis puños y fue ahí cuando me percato que aún sostenía el disco, con disimulo lo deslizó por debajo de mi suéter. Mamá seguía esperando una respuesta, mas no notó lo que había hecho antes, ella se sacó los guantes y aproveché esa oportunidad. Mi mala manía de desviar la vista a la ventana me salvó. ¡Lo tenía!

—Lo que sucede, señora Jackie —utilicé un tono de voz diferente, asemejándose al que utilizan las personas formales—, es que fui yo.

—¿Qué dices?

—Fui yo —susurro, encogiendome.

Mamá parpadea varias veces.

—Es por el tío Joe, sabes que a él no le gusta el ruido. Para que veas cuán empática soy, por supuesto. ¿Qué mejor trato dar a un huésped qué pensar en su comodidad? —preguntó y yo misma me respondo:— Ninguno.

—¿Pero qué tiene qué ver eso con qué te pongas a  cerrar las puertas y ventanas?

—¿Qué tiene que ver eso? —repito—. Pues mucho. Me aseguraba que no sean ruidososas, todo perfecto —Levanto el pulgar y sonrió exagerada. A juzgar por el rostro de la adulta podía decir que quizás se lo creyó.

La loca de la tienda estaba afuera, específicamente, cerca del jardín de la entrada. Apresurada me moví hasta la ventana, la cerré como pude. De solo pensar que podía volver a someterme a una conversación como la de hace rato, me hacía estremecerme. Giré de forma lenta y puede que me haya olvidado de un pequeño detalle; Mamá me observa expectante.

—Sólo para confirmar: ésta también está perfecta.

Se escuchaba el ruido del caminar de alguien.

—¡Ya llegó el tío Joe! —anunció Oliv, y no pude abstenerme a sonreí para mis adentros. La verdad es que, había captado la presencia de un taxi y unos hombres dándome la espalda, deduje que podría tratarse de la anhelada visita del hermano menor de nuestro padre. No había mentido al nombrar que dichos ruidos llegaban a fastidiarlo, si mi memoria no fallaba, podría asegurar que una vez un amigo suyo había dicho algo así como: Jamás jugó al fútbol porque le molestaba el sonido del silbato y el griterío.

Sí, al inicio mi parecía absurdo, por un largo tiempo lo ví así, para ser sincera. Apostaba que no era la única que lo tachaba de esa manera.
Más tarde, ya cuando entraba a una etapa dónde se suponía que debía hacerse notar la madurez, o al menos un poco de ella, me dije a mi misma que por mucho estaba equivocada. Al final, no era del todo absurdo o raro su desagrado por el ruido, era así como cuando no iba a la playa o a las reuniones de la escuela, solo para evitar ver una cantidad excesiva de personas. No lo odiaba, simplemente no me agradaba por completo.

Vuelve por cinco minutos [En proceso..]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora