00|Prólogo

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—Cuando te vi por primera vez, no aquella vez en el día lluvioso, porque yo ya te había visto antes. Pensé que eras uno de esos casos impredecibles, que a veces pienso.

Levantó la mano y se distrajo siguiendo figuras de las nubes del cielo.

—¿Cuando me viste por primera vez? Espera.. "pensabas" —susurró, buscándo respuestas— ¿Entonces no lo soy? ¿Cuáles son esos casos impredecibles?

Sólo sonrió divertido.

—Es que ya soy capaz de predecir tus actos o tal vez eres tú quien dejó de esconderse bajo esa capa de profundidad, no lo sé. La muerte y el amor son impredecibles, ¿pero sabes tú la diferencia entre estos? —interrogó.

Su acompañante negó con la cabeza, justo como lo esperaba.

—Nadie sabe cuando podría morirse, nadie tampoco sabe cuando podría enamorarse. Son puntos que coinciden, sin embargo, cuando se trata de la muerte; puedes cortar esa espera. Puedes ponerle un punto final a todo. Lo que no puedes hacer es apresurar a que florezcan sentimientos por alguién, simplemente pasa. Nadie escoge de quién enamorarse, es cierto.

»Lo que deberían de decir más es que, no existen amores imposibles, exiten amores no destinados.

—¿Te has enamorado?

—Por supuesto que sí, dos veces —afirmó al instante.

Abrió los ojos sorprendida. No se esperaba ese tipo de confesión, menos una así de segura. Ni siquiera había parpadeado, frotó su brazo izquierdo, sintiéndose tonta.

—No tienes que decirme si no quieres, es muy personal..

Él dejó de hacer lo que estaba haciendo y la miró, sus cabellos rojizos caían por su rostro, las apartó con paciencia y se posicionó justo delante.
Le dijo suave:

—El primer amor me fui casí imposible, de verdad, una tormenta sin donde aferrarse al inicio, no tengo argumentos suficientes para expresarlo, sólo se que que con los años lo acepté, no lo dejé ir y no pienso hacerlo —y con eso otro golpe para la pelirroja—. El segundo fue otro, uno más bonito, lo sentí como brisa.

No podía dejar de seguir con atención esos ojos tan atrayentes. Así como tampoco podía seguir oyendo como le decía en la cara que otra persona siempre estará ocupando un espacio que ella no podía rellenar. En su mente se reproducía con lentitud cada palabra, en su oído la caricia de los susurros. Y en su piel sentía las líneas que anteriormente hacía en el cielo.

Quería marcharse lejos, quería gritarle, mas no podía.. no tendría por qué. Su amigo, solo le era sincero. Odiaba encontrarle atractivo a su maldita manera de cautivarla sin proponérselo, a que él si podía expresarse con libertad.

Lloró.

Se dejó ir.

Y no lo notó hasta que unas tibias manos intentaron secar su triste rostro.

—Hey —llamó su atención—, no es como crees. Dicen que para amar a alguien más, hay que amarse a sí mismo. De eso hablaba; fue lo más difícil. ¿Cómo amar lo que siempre odié? ¿Cómo aceptar lo que siempre quise cambiar? Lo peor, no podía de una mañana a otra decir ser alguien diferente, porque ya lo era. Ahora, el segundo. No sabes cómo me encanta el segundo.. —se mordió el labio, coqueto.

Vuelve por cinco minutos [En proceso..]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora