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—He dicho que me dés la mano, ¿acaso eres sorda?

—Está bien, lo siento, Kanato… —dijiste para después obedecer a la orden.

Eran alrededor de las nueve y media de la noche y el vampiro y tú estábais caminando por la ciudad solamente por un capricho: comprar dulces.
El centro urbano estaba lleno de vida y de personas que no dejaban de pasar de un lado a otro, charlando, mirándose entre sí, moviéndose y dándole a la pequeña excursión un ambiente más animado. Por tu parte esto era justo lo que necesitabas, no era precisamente agradable estar completamente encerrada en una mansión con la única excepción de asistir a clases, así que ver el exterior realmente te ayudaba a despejarte; sin embargo, no podía decirse lo mismo de Kanato.
Todas y cada una de las escasas veces que habéis puesto un pie en la calle se ha comportado de manera similar: no se separa de tu lado y actúa aún más posesivo que de costumbre, maldiciendo a toda aquella alma que se atreva a dirigiros siquiera la mirada. No tenías muy claro si era una cuestión de celos o si de veras odiaba a todos los seres humanos, pero a veces dar paseos con él se volvía un infierno.

Aún recuerdas una vez que comenzó a gritar en medio de todo el mundo simplemente porque saludaste al dependiente de una tienda. Cosas como esta no eran para nada extrañas, estabas más que acostumbrada, pero seguía haciéndosete de lo más incómodo.

—Bien, T/N, espero que seas capaz de cerrar la boca esta vez, ¿de acuerdo? —susurró con malicia mientras una sonrisa maquiavélica se dibujaba en su cara—, no querrás que repita el castigo de la última vez, ¿verdad?

Tuviste un flashback muy desagradable que hizo que un escalofrío recorriese tu espalda, pero trataste de no mostrar emoción alguna.

—Sí, lo recuerdo. Lo siento, esta vez no hablaré con nadie…

Entre tanto y tanto llegásteis a la tienda de dulces. Antes de entrar por la puerta comprobaste por decimoquinta vez si llevabas el monedero, pues siempre tenías un miedo irracional a que desapareciese mágicamente en el momento de pagar y eso te obligaba a revisar que lo llevabas a cada rato. Te solía pasar lo mismo con las llaves y el teléfono.

—T/N… me pregunto qué ocurriría si todos estos dulces terminasen en tu estómago. ¿Se volvería tu sangre aún más dulce? —preguntó mientras alcanzaba una de las estanterías de los pasillos para llevarse una bolsa de piruletas y después dirigiese a su oso de peluche—. Oye, Teddy, ¿tú también lo crees?

Sí, el hecho de atiborrarse a comida podía parecer de lo más idílico y maravilloso, pero sabías de sobra que las propuestas e ideas del vampiro siempre tenían gato encerrado, giros oscuros que hacían que cualquier deseo se convirtiese en algo aversivo. Es por ello que, ante tal comentario, solamente asentiste con la cabeza y le acercaste una pequeña caja con galletas decoradas que habías visto previamente en el escaparate.

—Podríamos llevárnoslas también, después de todo invito yo y llevo paga acumulada de varias semanas. He estado ahorrando —le dijiste, esperando que eso lo distrajese un poco de sus maquinaciones.

—Veo que estás siendo una chica buena, T/N —tomó un mechón de tu pelo entre sus dedos, peinándolo lentamente con una mirada ciertamente liviana—. Sé que a veces estás triste por la forma en la que te trato, y eso hace que tu sangre sea de peor calidad porque no tienes apetito, por lo que esta vez te daré una recompensa por portarte bien. Así sabrás mucho mejor.

Un leve sonrojo se formó en la zona de tus mejillas. Odiabas admitirlo  pero, aún siendo probablemente el más sádico y cruel de todos los hermanos, Kanato era el que había logrado mantenerte cerca más a menudo, y cualquier pequeño acercamiento que tenías con él hacía que tu pulso se acelerase. Llevabas un tiempo procesando ese sentimiento y ya tenías más que asumido que en un momento u otro tendrías que contarle la verdad, pero aún tu vergüenza te lo impedía, más cuando se daban situaciones como esta.

𝓿𝓲𝓸𝓵𝓮𝓽 - kanato sakamaki x reader (one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora