Escapar...

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Había solo una cosa que Sebastian recordaba sobre su abuela. Un consejo.

—Nunca guardes cartas de amor, debes quemarlas después de leerlas.

No se lo había dicho a él. Ni siquiera recordaba para quien estaba dirigida la frase. Sonaba como un consejo razonable si uno quería mantener su vida amorosa en privado.

El problema era que él había ignorado eso; olvidado que la privacidad para él era imposible. No tenía derecho a nada que lo hiciera feliz. O al menos un poco menos miserable.

Cuando comenzó a estudiar en el conservatorio conoció a un chico. Él lo llamaba Ches; un apodo cariñoso. En un principio, solían intercambiar pequeñas notas en clase. Nada serio, solo pequeñas notas.

Esas notas le alegraban el día a Sebastian. Esperaba por ellas con ansias. Y poco a poco, esas notitas se habían convertido en algo más. Ches era ya parte de su vida, la única que valía la pena.

Estaba enamorado de ese chico castaño que parecía ser una encarnación de todo lo bueno del mundo. Y no tenía miedo de admitirlo, tanto para él mismo como para el mundo.

Sin embargo, el amor vuelve débil al hombre. En su caso, Sebastian se había vuelto menos cauteloso. Y por ese error, se había condenado a sí mismo.

—Ya veremos qué opina tu padre cuando regrese de su viaje de negocios. Te matará, estoy seguro.

Faltaban días para que eso pasara. Tenía un poco de ventaja. Sebastian hizo lo primero que se le ocurrió y escribió una nueva carta a Ches. Esta vez, sin nada de dulzura y yendo directo al punto. Le pedía pidiéndole encontrarse con él en su lugar especial. Un callejón bastante cercano a su propio hogar.

Antes de partir, tomó de su habitación las cosas que le parecían importantes: Ropa, un poco de dinero, su diario, unas cuantas fotos y su violín. No necesitaba nada más.

Esperó en el callejón varias horas. Hasta que, cerca de la media noche, el ruido de pasos lo hizo espabilarse. Con una mirada comprobó la identidad de su acompañante.

—¡Ches!—exclamó, sintiendo cómo el alma le volvía al cuerpo.

Sebastian se lanzó a darle un abrazo. Por primera vez en mucho tiempo se sintió relajado. Ches respondió con fuerza, entendiendo que lo necesitaba.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? Tu carta decía que era muy urgente vernos.— le había estado preocupando, sabía lo difícil de la situación que Sebastian tenía en casa.

—El mayordomo descubrió todo, encontró tus cartas.— dijo.

Y eso fue suficiente para que Ches lo entendiera. Se separó para poder verlo a la cara. Sebastian, normalmente tan calmado, tenía la cara deshecha por el miedo.

—¿Le dijo a tu padre?

Sebastian negó y eso hizo que el otro chico se tranquilizara un poco.

—Aun no, pero se lo va a contar. Y va a matarme Ches. Estoy seguro de que lo hará.

A Ches le rompía el corazón escucharlo así. Pero en el fondo sabía que decía la verdad. No conocía al hombre, pero estaba seguro de era tan despiadado como decía Sebastian.

—Me escapé de casa, pero no sé qué haré.—dijo Sebastian de pronto, completamente seguro.

—Vámonos de aquí, a otra ciudad, podremos empezar de nuevo en otro lugar.—dijo Ches

—¿Y qué hay del conservatorio? Es tu sueño.

—Los sueños pueden cambiar... Glam.

Y el uso de su propio apodo le brindó una ola de calidez. Tal vez las cosas fueran a salir mejor de lo que esperaba. Ches se inclinó y le dio un beso suave al rubio.

No duraron demasiado con eso, tenían que actuar rápido.Idearon cómo escaparse. Ches necesitaba ir por sus cosas a casa. Sebastian lo esperaría en la estación del tren, ya con los boletos.

Se separaron. Antes de ir a la estación, volvió a darle una última mirada a su casa. Le dolía un poco tener que dejar a su madre y hermana, solo podía rezar para que ellas también encontrarán la forma de sobrevivir.

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Unas cuantas horas después, ambos chicos ya estaban juntos en la estación. No llevaban mucho más que un par de mochilas, dos guitarras y un violín. Eso tendría que bastar para salir adelante.

Escogieron unos asientos a los que les daba un poco de luz del incipiente sol. Sebastian estaba realmente cansado después de haber rondado toda la noche, y ahora que la situación era más tranquila, estaba agotado.

Recargó la cabeza en el hombro de Ches y este lo rodeó con el brazo. Iba a ser difícil, pero sabía que había tomado la mejor decisión.

—Estoy exhausto—dijo—Si me quedo dormido, ¿Me despiertas cuando lleguemos?

—Sabes que si. Estoy aquí para cuidarte.

Con la calidez del sol y la del cuerpo de Ches, además del ruido del tren, Sebastian durmió mejor que nunca.


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 ¡Hola!

Creo que esto no es taaan fluff como debería serlo para el evento del flufftober. ¿Creo que es más como hurt-comfort? Bueno, los prompts del día eran Calidez, Cartas de Amor y Escaparse juntos.

Muchas gracias por leer~

Ciao!.

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