Roma, 15 de mayo de 1745. (Parte 2)

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El resto de la tarde me la pasé leyendo en la biblioteca. Cuando leía del hombre mientras era encantado por las sirenas, me enamoraba cada vez más de esas aventuras, de esas vidas, de aquellas cosas tan lejanas a mí, de eso que jamás llegaría a vivir, y el problemas radica en que soy mujer, en que debo resignarme a casarme con alguien que supongo será adinerado, pero no me interesa, dejó de interesarme mi vida cuando me enteré que estaba destinada a ser ama de casa.

Era simple la cuestión, si una pareja se casa, es obvio que no es por amor, casi nunca lo es, y soñar con un amor profundo y un casamiento por ello no estaba dentro de mis planes porque no lo lograría, sin embargo, definitivamente, mi esposo debía venir de una buena familia, porque si no, no nos daban la bendición, y una vez más el amor se iba lejos. Mi madre me dijo alguna vez que ella no se casó con papá por amor -como si fuera  novedad- y dijo que aprendió a amarlo, -lo que es una mentira porque no lo ama- y me dijo que cuando me obliguen a casarme, así como se escucha, que debería aprender a amarlo, así no lo conozca al principio, que iba a tener que saber todo de él y como complacerlo, así poco a poco debería aprender a amarlo, sin lugar a dudas, sin tener oportunidad de amar a alguien más.

Estaba ahí, sentada en el sillón, y filosofando como si tuviera el derecho de hacerlo, para hacer eso, debería estudiar, pero claro, no me dan filosofía.

—¡____________! Baja, ya es hora de alistarse, la fiesta comienza a las siete.- escuché el grito de Rossie.

—Ya voy.-  Dejé el libro en  su puesto. Salí de la biblioteca y simplemente me acerqué a mi nana que iba subiendo, le sonreí con cariño, en realidad la quería muchísimo.

Íbamos juntas subiendo las escaleras de la casa, hacia mi habitación. Cuando entré me sentí morir, un enorme  y pomposo vestido azul marino se situaba sobre mi cama, rezaba al cielo que no me tocara ponerme todas las cintas que se exhibían, porque creo que parecería uno de los arreglos de flores que ponen en los eventos importantes; para ser sincera odiaba los vestidos.

 María y Antonia, mis ayudas de recámara esperaban pacientemente para que me dispusiera a entrar al cuarto de baño, me lavara y después saliera en espera de que me vistieran, me parece que solo ellas y Rossie sabían cuanto odiaba esos vestidos porque realmente no me preocupaba en ocultarlo, una vez incluso salí corriendo en ropa interior para que no se les ocurriera tocarme y ponerme las rejas que son muy incómodas y pesadas, no puedo ni siquiera caminar bien puesta esas cosas. Menos aún correr y eso es lo que me gusta realmente hacer.

—Señorita Mignori, no es por apresurarla; pero, ¿podría por favor entrar al cuarto de baño? — me dijo Antonia sutilmente.

—Claro que sí, voy para allá. — tras esto, las chicas me sonrieron e hicieron una venia que me molestaba bastante. Fui al baño, me quité la ropa y entré en la bañera que ya estaba lista y con agua tibia, eso era relajante; me tomé mi tiempo en la tina hasta que el agua bajó en temperatura y empecé a sentir frío, salí me puse mi bata y me sequé el cuerpo, cepillé de paso mis dientes con el extraño dentífrico que papá me dio y me puse la ropa interior, así salí y las dos chicas seguían exactamente en el mismo lugar donde estaban cuando entré.

—Lista. — dije, —¿Me vestirán con eso? — pregunté con una cara que supongo les habrá dado gracia por como sus breves sonrisas se dieron. —¿No es muy… llamativo?

—Sí lo es, Señorita Mignori, pero su madre así lo ha solicitado. Sin embargo, le aseguro que se verá muy bonita con él, el color azul realza su tono de piel; para la festividad de hoy no irá mal.— dijo María amablemente.

—Claro, ¿cómo es que no se me ocurrió antes? Bueno, ya no hay mucho que pueda hacer, así que empiecen a colocarme ese horroroso trapo. — dije con una leve sonrisa.

Empezaron por la base del vestido, después pusieron las primeras capas, luego colocaron las rejas y así pasó media hora hasta que estuve casi lista, únicamente con el vestido encima y mi lacio cabello suelto hasta la cadera; estaba algo distraída mientras me apretaban mi ya apretada cintura con el corsé pero me puse muy alerta cuando reparé en que estaban planeando colocarme las cintas a mi alrededor, entonces es cuando reaccioné y dije que ni siquiera se les ocurra ponérmelas, que si lo hacían las cortaría una por una; tras mucho insistir las dos chicas se rindieron y no me pusieron las horrendas cintas encima, el vestido sin ellas se veía mucho mejor, incluso tal vez bonito.  Se demoraron otro largo, largo rato en peinarme  y ¡Por amor al Cielo! Me veía horrenda. Tenía rulos por toda la cabeza y un rodete que sobresalía de ella.

—¿Qué diantres me hicieron en la cabeza? — dije molesta.

—Lo siento, señorita. Pero son órdenes de su madre, y no podemos desobedecerla.

—¿Obedecerían más a mi padre? — dije seria.

—Naturalmente sí, Señorita. — y tras esto no les di oportunidad de decir una sola palabra más, porque en realidad no iba a permitir que me hicieran quedar en ridículo, caminé a un paso rápido hacia la oficina de mi padre y lo encontré sentado tras de su escritorio. Al  escucharme entrar abruptamente alzó la vista y no pudo evitar una sonora y agradable carcajada que salió de lo más profundo de sí al verme peinada con si fuera un chiste.

—Padre, nunca hago problemas por mi aspecto porque realmente no suele importarme mucho; pero no puedo permitir que me peinen de éste modo por órdenes de mamá, por favor diles que me peinen racionalmente. — dije como niña encaprichada. Mi padre lanzó otra carcajada y se levantó de su asiento haciéndome una señal para que me mueva enfrente de él, caminamos juntos hasta mi habitación donde mis dos ayudas de cámara y mi nana arreglaban todo. La cara de Rossie al verme tan fea fue épica, de verdad épica.

—Lamento decirles, María y Antonia que su peinado del día de hoy no ha dejado satisfecho a nadie. — dijo mi papá. —Pero, sé que no es su culpa por lo que no habrán problemas, por favor cambien ese peinado por unas ligeras ondas y un recogido natural; apresúrense que no queda mucho tiempo. — tras esto mi padre salió y las dos chicas volvieron a respirar.  El segundo peinado era bonito, mis ondas eran largas y el recogido con flores rosa pálido se veía bien. Me pusieron una crema en las pestañas, rubor en las mejillas y mi ya común labial rojo. No me veía tan mal; el tiempo estaba sobre nosotras, pero estaba lista.

Bajé lentamente las escaleras y en el pie de ellas me esperaban mis abuelos, hace mucho que no los veía y la emoción de tenerlos enfrente fue grande; bajé a un paso más rápido para encontrarme con ellos y al hacerlo les abracé a ambos con fuerza.  

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Hola. Siento mucho la tardanza, el capítulo está algo aburrido perom estuve con inspiración cero. 

Intentaré subir el próximo muy pronto. 

xx.

1745. (Amor a la antigua.) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora