Roma, 14 de mayo de 1745. (Parte 2.)

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Me quedé el resto de la mañana mirando al río, y cuando me di cuenta de que nadie pasaría por ahí, empecé a quitarme el vestido, y al quedarme en la pantaleta de interior que venía antes de mis bragas, y quedé en la camiseta de tirantes de dentro, para todo el que me viera, pensaría que estaba desnuda, pero, en realidad, más me preocupaba que llegara un lobo a una persona. Sin pensar en que el río podría estar algo frío me lancé al agua, por la presión del salto, toqué el fondo del río y después salí a la superficie a tomar aire.

Di algunas brazadas y pasé un muy buen momento divirtiéndome en el agua, pero mi desesperación llegó cuando escuché unos pasos acompañados de unos susurros inentendibles que venían hacia acá. Agudicé el oído para ver que lograba descifrar, pero después prefería no haberlo hecho.

—Demonios, Gemma pierde su bolsa, y “Harry, ve a buscarla”, Gemma rompe un vaso y “Harry, llama al esclavo” ¿Qué en casa no hay más personas? — farfullaba una voz ya conocida.

—Diablos. — susurré, y sin pensarlo, una vez más, hundí la cabeza bajo el agua, esperaba que Harry no se quedara mucho tiempo porque no tenía muy buenos pulmones, el problema era que debajo del agua, no oía nada. Esperé lo máximo que mi respiración me permitió, pero no fue mucho tiempo, cuando salí del agua Harry miraba espantado mi ropa doblada en el suelo. Creo que hice mucho ruido al inhalar puesto a que se dio la vuelta mirándome de la misma forma.

—Buen día, otra vez.- —le dije en tono avergonzado.

—¿A-Anne? — preguntó Harry.

—Emm… Sí, solo necesitaba un baño.- dije, vale, no sabía que decir.

—Ya, pero, ¿En el río? No estará… ¿Sucio?- dijo aún dudoso. Creo que sí, yo era muy rara.

—No lo sé, pero es refrescante.- respondí yo.

—Bien y… No lleva traje de baño, ¿Verdad?- preguntó.

—No.- respondí insegura.

—La dejaré en privado.- dio la vuelta y se fue.

Dios Santísimo, la vergüenza me corroía, sentía mis mejillas arder, esperé un momento más por si Harry volvería a pasar por aquí, y media hora más tarde salí del río, así, en paños menores subí a un árbol, eso era sólo para secarme a la intemperie, no había llevado toalla, por supuesto, no sabía que nadaría un momento. Pasé encaramada al árbol un buen rato y cuando estuve finalmente seca volví a colocarme el vestido, pero sin ayuda creo que no quedó muy correctamente puesto.

Me encaminé otra vez para ver a mi yegua, llegué al árbol donde la dejé atada y ahogué un grito, Petunia estaba con la crin blanca trenzada, pero no una trenza muy hermosa, más bien casi nudos.

Empecé a desatar cada nudo con mucha paciencia y delicadeza, para que Petunia no sintiera dolor. Me preguntaba porque alguien haría algo así, no tenía nada de sentido.

Después de una o dos horas de haber soltado la crin de mi yegua monté en ella, era un animal precioso, café caramelo con la crin blanca, la cola blanca y el final de las patas blanco, era la cría de un caballo que le trajeron a papá desde Arabia, más conocido como un pura sangre. Se lo regaló su amigo y socio, Yasser Malik.

Al llegar a casa lo noté todo normal, no veía a nadie exaltado, pero aquí había un problema, no había nadie, no estaba Belquior, ni Rossie, ni siquiera vi a alguien de la servidumbre.

Entré a la casa y Antonia me recibió, estaba con la cara fundida en miedo.

—Señorita Mignori, ¿Dónde estaba? Todos la buscan, excepto su madre que está en su lecho.- dijo de corrido.

—¿Qué? Pero si no me ausenté mucho tiempo, creo.- le respondí aunque pensaba que si me había tardado mucho rato.

—Disculpe que la contradiga señorita, pero se ausentó toda la mañana, y ya pasó la hora del almuerzo, es algo tarde, y se tardó mucho tiempo.-

—¿Dónde fueron a buscarme?- le pregunté de nuevo.

—No lo sé, señorita, Madame Fioré distribuyó a toda la gente para buscarle en sitios diferentes.-

Y entonces me di cuenta de que mi rebeldía había causado una revuelta, cuando Rossie regresara, sé que tendría problemas, graves problemas.

—Y ¿Cómo los llamamos?- pregunté interesada.

—Iré a buscar a quien esté más cerca, cuando lo encuentre, le diré que vaya por el siguiente y así crearemos una cadena y todos regresarán a casa.- empezó a decir. –Por favor señorita, manténgase en casa, por favor.- rogó; tras haberle prometido que no me iría a ningún lado, Antonia salió.

Esperé y esperé, pero no llegaban, salí al patio, di un pequeñísimo paseo, volví a entrar y me senté, esperé un momento más y salí hacia la biblioteca, empecé un libro que narraba las aventuras de un viajero, pero no iba ni en la página cincuenta cuando escuché la voz desesperada de Rossie.

—¿Dónde está? ¿Está bien? ¿Cómo llegó?- preguntaba exaltada. Decidí terminar con su agonía y salí corriendo hacia ella, al verme me estrechó en sus brazos  de forma maternal por un instante, pero al soltarme me regaló una mirada furiosa y asesina.

—Te espero en la sala, cámbiate de ropa que ese vestido está muy sucio, dáselo a alguien para que lo lleve a las lavanderas y baja enseguida.- dijo mi Nana.

—¿Estás molesta?-pregunté delicadamente.

—Sí, y mucho.- respondió, no me dijo nada más y salió por la puerta hacia la cocina.

Rayos y centellas, estaba muy, pero muy molesta.

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1745. (Amor a la antigua.) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora