CromerZ1

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La primera vez que Kang YeoSang vio a Jeong YunHo ni siquiera sabía cómo se llamaba, pero le quedó claro que era un idiota de talla mayor, quizás de la misma de su altura gigantesca. YeoSang había tenido trece e iba de camino a la escuela con su maqueta proyecto que le había tomado casi tres meses hacer, trabajo detallado y perfeccionado al mínimo detalle, las mejores fotos que había sacado alguna vez y una idea tan brillante que todos esos idiotas que se habían ido a por lo básico de hacer un volcán iban a flipar en colores. Estaba tan concentrado en lo suyo que no notó como un chico más alto que él, delgado y torpe corría detrás de un hombre que le había robado su bolsa a una abuelita, empujando a YeoSang para apartarlo del camino, haciéndole caer y rompiéndole su preciosa maqueta de la que estaba tan orgulloso.

El primer y único desaprobado de su vida se lo debía a ese malnacido.

La segunda vez que lo vio fue dos semanas después al notar que el chico que le había arruinado la vida – no realmente, pero dramático siempre – se estaba mudando con su hermano mayor al apartamento continuo al suyo. Jeong YoungHo era amable y silencioso, enseguida dispuesto a mantener una relación cordial con los vecinos, contrario a YunHo, quien era ruidoso y parecía encaprichado en trazar una amistad, a la cual YeoSang se negó porque primero muerto que amigo de ese payaso. Y sí, YeoSang era un poco, bastante, demasiado rencoroso.

Luego de eso debía verlo todos los días en la escuela, en su edificio e incluso en su casa porque sus abuelos cuidaban de YunHo cuando YoungHo trabajaba. No hablaban de sus padres así como YeoSang no hablaba de su progenitora, pero ellos no era amigos, ojo. El estúpido comenzó a hacer preguntas cuando JeongIn llegó a sus vidas, queriéndose robar a su hermanito para él, y eso si YeoSang no lo iba a permitir, ¡ni siquiera había sabido antes que tenía un hermanito!, ¡un mamón diez centímetros más alto que él no se lo iba a quitar!

Entre guerra y guerra todo quedó en nada (o quizás en todo), gracias a dios. Los hermanos Jeong se mudaron luego de un tiempo, casi como si nunca hubiesen existido, y YeoSang pudo dormir en paz a los dieciséis por primera vez desde los trece – o algo así –. Podría decir que en algún punto recordaba a YunHo con cariño o que quizás lo consideró un amigo, pero eso sería mentir, era un odioso y lo borró de su cerebro desde el minuto cero que estuvo fuera de su vida, no se merecía ser recordado, jamás. De hecho, estaba tan bien con su soledad y su rastrera partida sin despedidas que tomó la pulsera que el alto le había regalado y la quemó – claro, nadie tenía que saber que se había arrepentido y sacado del fuego aunque sólo le quedasen hilos achicharrados y los tuviese hasta el día presente atados en su tobillo, detalles menores sin importancia –.

La cosa era que durante mucho tiempo YeoSang “se olvidó” de Jeong YunHo, hasta que lo vio por tercera vez, y desgraciadamente y con cada relación que tenía su amigo ChangBin decía que a la tercera iba la vencida. Al igual que la primera vez, cuando lo vio no supo de quien se trataba, era su primer día como universitario y tenía demasiadas cosas en la cabeza – como hablar con secretaría porque eso de que le habían puesto de compañero de habitación a WooYoung debía de ser una broma de mal gusto –, pero sí que le dedicó bonitas palabras al alto que usaba gafas, mascarilla y con tinta azul en los brazos que le había chocado y casi lanzado al otro lado del campus.

El día que supo que el alto tatuado de filosofía cuyo rostro era indescifrable detrás de capuchas o otras cosas que siempre andaba pegado con otro alto de gafas redondas y a un chico de cabello rosa que no asistía a la universidad era Jeong YunHo, YeoSang quería que la tierra se lo tragara y escupiera en Madrid. Había intentado mantener un perfil bajo luego de eso, ser invisible, pero con el grupo ruidoso de amigos que tenía era bastante difícil, tanto que YunHo se apareció un día en su clase todo emocionado gritando: ¡ES CIERTO, SI ERES TÚ, MINHO-HYUNG NO ME MINTIÓ!, y YeoSang creyó que se moría en medio de su seminario de fotografía moderna. Jamás se podría olvidar de esa humillación y de cómo tuvo que recordarle que ellos no eran amigos, ¡no eran nada!, y podía irse a freír espárragos con sus amigos, ganándose la mirada más extraña que alguien le había dedicado alguna vez en la vida.

Cromer Arousal | YunSangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora