Las sonrisas más dulces, pueden provenir de la más macabra alma que pisó la tierra. ¿Hasta que punto uno conoce los orígenes de las sonrisas que recibimos?
Oh, mi cariño, ¿qué es lo que pesa en tu corazón? ¿Acaso son las espinas que tú mismo te enterraste hace tiempo?
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Desde hace tiempo se veía distraído. Hace tres meses, para ser exactos. Javier presumía de conocer a su esposo como la palma de su propia mano, no por nada osaba de llamarlo "el amor de su vida" sin titubear. Así se lo confesó durante el intercambio de votos en la boda; te amaré hasta el último de mis días.
Por eso, no le fue nada difícil reconocer el inusual cambio de actitud que Mike estaba teniendo. Inusual. Que palabra tan aterradora. Todo en Mike era inusual, desde la forma en que se quedaba perdido viendo la ventana desde la cama por las madrugadas, hasta su postura indiferente durante el almuerzo.
Todo el tiempo traía un rostro inexpresivo, tan impropio de él desde que se conocieron, además de un indeleble halo de melancolía. No había discusiones, no había más palabras bonitas, no había sonrisas alentadoras antes de empezar el día... Simplemente no había nada.
Javier pensaba que ese no era el Mike del que se había enamorado, pero a la vez sí lo era. Confuso. El aire del hogar se volvía cada día más sofocante entre las cuatro paredes, sin palabra alguna por pronunciar que pudiera disolverlo.
Javier lloró varias veces frente a Mike, preguntándole qué le estaba sucediendo; a qué se debía tanta tristeza acumulada de repente. Mike jamás respondía, manteniendo sus ojos tan lúgubres, como si Javier fuera algo sin importancia que no merecía recibir atención. O, quién sabe, quizá era él quien sentía no merecerla.
Luego esas preguntas se volvieron exigencias cada vez más insistentes: "¡Estoy tratando de ayudarte, pero no puedo hacerlo si no dices nada!". Y la respuesta siempre fue silencio.
Mike comenzó a descuidar su empleo y su vida saludable. Ya no salía a correr cada mañana, ya no comía decentemente ni en los almuerzos ni en las comidas, y las cenas se las saltaba. Se volvió una costumbre escuchar únicamente monosílabos salir de su boca.
Un día, cuando Javier llegaba a su hogar como cada día, pensando qué hacer para alivianar el estado melancólico de su esposo, se lo encontró recostado en la gran cama matrimonial. Con las sábanas hasta la cabeza y hecho un ovillo, daba la ilusión de ser el hombre más pequeño del mundo.
Javier, sorprendido de verlo ahí, le preguntó si había llegado temprano; "No... Renuncié", fue la respuesta.
Sí, él seguía siendo el mismo del que se enamoró. La situación parecía haberse descarrilado lo suficiente para golpear a Javier hasta ese punto. Porque el, ahora antiguo, trabajo de Mike, fue una de sus más grandes ilusiones desde que se conocieron. Era actor en un pequeño teatro de la ciudad, y no solo acababa de renunciar a su trabajo, si no también al papel protagónico por el que había estado luchando desde que ingresó al teatro.
Pasado ese día, decidió finalmente hacer algo. Dejó de exigir algo al pobre de su marido y actuó por su cuenta. Así que lo llevó a terapia, Javier supo que lo haría entrar al consultorio aún si tuviera que ser a rastras. Mike, aunque no pusiera resistencia física, estuvo reacio durante las primeras sesiones.
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ven | mikellino
Fiksi PenggemarOh, mi cariño, ¿qué es lo que pesa en tu corazón? ¿Acaso son las espinas que tú mismo te enterraste hace tiempo?