Nunca te dejare

CAPITULO 2: EL ENCUENTRO

Dedicado a mi mejor amiga Conti que me impulso a hacer esta historia.
Llegue a las 7 en punto como me indico mi jefe.
Toque el timbre media dudosa por si alguien estaba durmiendo. Unos segundos mas tarde, un portón gigante se abrió, y un señor me dijo que pasara.
Toque la puerta 3 veces y un chico alto abrió, me quede en shock al ver que ese mismísimo chico fue o mejor es mi crush desde primer año de la secundaria. — ¿Hola?—me dijo con una voz ronca —hola—dije tímida.
— ¿quién eres? —me dijo, ¡¿enserio no se acordaba de la chica que le hizo bullying toda su vida?!
—soy la nueva chica de limpieza—dije un poco dura
—a yo soy el hijo de Ricardo Miller y de la señora Miller—dijo con superioridad.
—Bueno… ¿puedo pasar?—pregunte ya un poco cansada
—No—respondió y me cerró la puerta en la cara.
Me quede parada, sorprendida y no podía creer que Álvaro se siga comportando como un inmaduro. Segundos después mi jefe me abrió la puerta
—Disculpa a mi hijo todavía con 19 años sigue siendo un inmaduro de 13—grito un poco fuerte para que su hijo lo escuchara.
—No hay problema—dije un poco tímida.
Me hizo pasar y me mostro toda la casa y como funcionaba. Me presento a su hija Yamila y a su esposa Micaela. Ya de solo ver a Yamila se nota que es una niñita caprichosa e insoportable. Pero las apariencias engañan ¿no?
—Hola. Muy buenos días. Un placer conocerlas.
—Ash ¿a esta chica contrataste para limpiar papá?  Que ingenuo— dijo Yamila. Diría que me dolió pero para ser sincera, me lo esperaba de ella.
—Yamila, compórtate— dijo la madre y el padre miro a Yamila con desaprobación.
—Disculpa a mi hija, un gusto.
—Un gusto señora Miller. Me presento soy Nicole
— ¿Tienes tu equipaje?—dijo una voz atrás mío. Y obviamente era Álvaro
—No esta en el auto señor—respondí
 —pues ven que te ayudo a bajarlo. Por cierto soy Álvaro—un placer, respondí con una sonrisa forzada.
Bajamos a buscar el equipaje y mientras sacaba las maletas que por cierto (solo eran 3) me dijo —No me has dicho tu nombre— me quede tiesa no podía saber mi nombre, si no se acordaría de mi.
—No creo que necesites saberlo, me puedes decir “señorita”—no pensaba decirle mi nombre ni loca.
—Prefiero saberlo—dijo el
—pues yo no.
— ¿Por qué?
—porque no quiero— le respondí con simpleza.
Llevamos las maletas a la mansión y me las llevo a la habitación. (No era necesario subir escaleras tenían ascensor si muy humilde los dueños que se note el sarcasmo)