Capítulo II "El hombre que yo amo"

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Y como un girasol me doy la vuelta a tu alrededor
Que eres mi sol aun de noche
Tu nunca eres suficiente para mi
toma mi alma
Y eso nunca es suficiente para mi
Y como un girasol te seguiré
Y mil veces mas te sorprenderé
Y como un girasol solo te miro a ti
Cuando sonríes me dejas sin aliento
Y pones tus grandes manos sobre mi
Me abrazas tan fuerte
Y como un girasol me doy la vuelta a tu alrededor
Que eres mi sol aun de noche
Tu nunca eres suficiente para mi
toma mi alma
Y eso nunca es suficiente para mi
Y como un girasol me abriré a ti
Pideme todo incluso lo que no hay
Y como un girasol te seguiré
Y de nuevo te diré que nunca es suficiente para mi
Nunca eres suficiente
Y mil veces mas te lo diría
Que no hay nadie más en el mundo que quisiera
Y como un girasol te seguiré
Y mil veces me volveré a enamorar
me enamoraré
Y eso nunca es suficiente para mi
Nunca eres suficiente
(Y nunca es suficiente para mi)

Vueltas, vueltas, vueltas, el mundo cae, la tierra cae, ¡todos por tierra!
Gritos, risas infantiles, piernitas al aire, una miríada de sonidos cacofónicos se perseguían y uno dominaba al otro afuera de ese edificio recientemente renovado y ampliado, llamado el hogar de Pony, un orfanato dirigido por dos mujeres maduras que  habían consagrado toda su vida para acoger y criar niños huérfanos o abandonados.
El ambiente fuera de la casa era tan hilarante como eléctrico, muy contrario del aire que se respiraba dentro.
Ambas mujeres que encabezaban la estructura continuaron discutiendo, defendiendo y reiterando cada una sus argumentos con convicción y tenacidad y ninguna de ellas prestó atención a la puerta que se abrió repentinamente, dejando al descubierto la figura de una chica vestida con uniforme blanco que, de origen, tenía que ser cándido e inmaculado.
Rastros de barro coagulado se destacaban en el uniforme alguna vez niveo, el vestido estaba todo arrugado, fruto de los momentos de lucha y tira y afloja a los que la mujer que lo lucía lo había sometido  y el cabello... ¡Santísima Virgen! Ese cabello espeso y rizado de trigo maduro, sello distintivo de quien acababa de entrar a la habitación, era un pálido recuerdo para los ojos de las dos mujeres. Los hermosos rizos estaban lisos, sin forma y húmedos, como tantas serpientes emergiendo de la base del cráneo haciendo que la cabeza de la enfermera se pareciera a la de la Medusa. El rubio original había dado paso a un color bronce y, en algunas zonas, trozos de nieve sólida, al calor de la chimenea, empezaban a derretirse, creando pequeñas manchas de agua a los pies de la traviesa enfermera.

-"¡Candy! ¡En nombre del cielo! ¡Cómo has quedado! ¡Mira tu uniforme de enfermera! Pareces un deshollinador ... Si el Dr. Martin te viera ahora, ¿qué diría? ¡A veces, con tus acrobacias, muestras menos cerebro que los niños de esta casa! ¡Qué te dice tu cabeza!"
La hermana María miró a su hija mayor con una mezcla de reproche y resignación.
La señorita Pony, no siendo una asidua del Señor y por lo tanto considerándose una persona más tolerante y menos rígida de los pecados veniales típicos del ser humano, sintiendo un afecto verdaderamente genuino y maternal hacia la chica, trató de justificar la apariencia y las bromas de Candy dirigiendo la discusión a otros aspectos:

-"Debes estar exhausta después de un día de trabajo en la Clínica Feliz, Candy. También estás sucia y empapada: ¿por qué no vas a darte un agradable baño relajante mientras la Hermana María y yo te preparamos un chocolate caliente que vendrás a disfrutar aquí cerca de la chimenea?"

-"Gracias señorita Pony, iré enseguida; Los niños estaban tan entusiasmados cuando me vieron al final del camino que quisieron involucrarme en una pelea de bolas de nieve: ¿qué podría ser más regenerador que divertirse con los niños, sabiendo que después sería bienvenida por vuestro cariño y una deliciosa taza de chocolate? Su entusiasmo fue tan cautivador que no me permitieron entrar a la casa antes: ¿estabais discutiendo? vuestras voces se podían escuchar desde la calle ... ¿ha pasado algo que debería saber?"
Dijo la rubia, mirando alternativamente a sus dos madres mientras la nieve en su cabello, completamente derretida, creaba un charco de tamaño discreto a sus pies.

Más que a nadieWhere stories live. Discover now