𝔻𝕚𝕒 𝟝: 𝔽𝕒𝕟𝕥𝕒𝕤𝕞𝕒𝕤

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𝑺𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆  𝒂  𝒕𝒖  𝒍𝒂𝒅𝒐


"𝘜𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢"

Aquellas palabras resonaban en su cabeza cada vez que visitaba aquel lugar.

"𝘌𝘯 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘝𝘪𝘬𝘵𝘰𝘳 𝘝𝘰𝘭𝘬𝘰𝘷, 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘢ñ𝘦𝘳𝘰, 𝘤𝘰𝘮𝘪𝘴𝘢𝘳𝘪𝘰 𝘺 𝘢𝘮𝘪𝘨𝘰".

Horacio dejó un ramo de Camelias blancas en la tumba del ex-comisario. No pudo evitar soltar unas lágrimas. Habían pasado ya siete años desde que Pogo había tomado control de su hermano y disparado al comisario luego de que este lo siguiera a su reunión con el payaso. Al principio Volkov había caido en un coma. Horacio lo visitaba todos los días, le contaba sobre su día a día, el cómo lo reclutaron para ser agente en el FBI, sobre la explosión que ocurrió en la iglesia y de como Conway, Gustabo y él fueron heridos en ella.
Pero ahora todo había cambiado. Volkov había muerto pocos meses después de caer en coma a causa de que sus órganos internos comenzaron a colapsar, él ahora era el director del FBI, las quemaduras en su cara y cuello mostraban lo sucedido en la iglesia,  Gustabo fue enviado a un psiquiatrico y poco después de salir se fue de Los Santos, al igual que Conway. Ya no estaban. Lo habían dejado sólo, como hacían todos.
Maldecía el día en el aquel payaso había entrado en su vida y en la de su hermano, arruinándolas por completo.

—H-Hoy te traje Camelias... — Horacio cada dia le llevaba un ramo de doce flores iguales, pero cada semana camabiaba cuáles le llevaba a Volkov. Una semana podían ser Rosas, a la siguiente Peonias y la próxima, Margaritas, pero siempre buscaba el significado de estas antes de comprarlas, buscando la que mejor se adaptara o demostrara sus sentimientos hacia el ruso —No son rosas... Pero en Japón tienen el mismo significado... Amor eterno. — Un pequeño sollozo escapó de sus labios. —No se como hacer para dejar de amarte, Viktor... Intenté conocer gente nueva, pero nadie se compara a ti. Ya... ya no puedo más. Estoy harto.

Respiró hondo intentando calmarse y decidió cambiar el tema de su monólogo por el bien de lo poco que le quedaba de estabilidad mental.

—¿Sabes? — Sonrió. —Últimamente están habiendo muchos códigos 3 por la ciudad y... Cuando veo a los pollitos... Me recuerdan a cuando recién inicié en el CNP junto con Gustabo... Fui un idiota al pensar que podía ser el héroe de la ciudad. — Su sonrisa se volvió una mueca de tristeza. —Los héroes no existen... y me di cuenta de eso cuando te perdí... Porque si existieran, te hubieran salvado y estarías aqui conmigo... Y... seríamos felices. — No pudo evitar que su voz se quebrara al decir aquello.

De verdad lo extrañaba y algo dentro de él se rompía cada vez que volvía a aquel lugar, pero no podía dejarlo solo. Volkov no tenia a nadie. La otra única persona que en algún momento se había preocupado por él, estaba en algún lugar de Estados Unidos... o del mundo, huyendo como el cobarde que resultó ser. Si él dejaba de visitarlo, nadie más lo haría.
Se quedo callado, seguro esperando una respuesta o un comentario negativo hacia lo que le acababa de decir, pero para la mala suerte de Horacio, esta vez y al igual que los últimos siete años, dos meses y tres días, esa respuesta nunca llegó.

El moreno dio una ultima mirada a la lápida, pasó la mano sobre el borde superior, acariciándola y se fue. Comenzó a caminar fuera del cementerio. Largando un pesado suspiro, metió la mano en el bolsillo de su campera azul y de letras amarillas para sacar las llaves del patrulla que se encontraba en la acera de enfrente.

—¡Horacio! — La voz de Volkov se escuchó fuerte y claro.

El chico de cresta se paró en seco. ¿Había escuchado bien? Aquella voz la reconocería en cualquier parte. Se giró de inmediato para ver si lograba divisar al portador de aquella voz, pero no había nadie. Frunció el entrecejo, esa debía ser una broma de muy mal gusto.
Sintiéndose más irritado de lo común, se giró nuevamente para cruzar la calle, pero un auto que estaba aproximándose a gran velocidad, le tocó bocina, sacándolo de sus pensamientos. Pero Horacio no pudo reaccionar, se había quedado estático viendo al auto avanzar hacía él y sin dejar de hacer sonar aquella condenada bocina que se volvía cada vez más fuerte al acercarse. Una mano rodeó su muñeca, tirando de ella hacía atrás, evitando así que el moreno sea atropellado.
Horacio cayó al suelo por la repentina fuerza que alguien había ejercido sobre la zona donde se colocan las pulseras.

Volkacio Spooky Month [One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora