Capítulo 22: "Suturas"

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Corea. Principios de mayo. El cielo aparecía pesado y gris sobre los tejados. El viento se deslizaba a través de él en ambas direcciones, siseando como si respirara entre dientes. La luz trémula de las estrellas se tornaba casi imperceptible y la soledad rondándolo le provocaba escalofríos.

Seis meses atrás, JiSung se había ido y como único mensaje dejó una carta y su llave. Dejando al rizado con una sensación tan terrible con su partida que hubiera preferido que lo matara.

Su profunda pena no había sido lo peor de todo, sino su esperanza. Aquel sentimiento desafiante y fuera de lugar de que JiSung no se había marchado realmente y volvería pronto. Con el paso del tiempo la realidad lo golpeó.

La desdicha lo carcomía, iba devorando su ser a mordiscos y notaba cada uno. Cada instante sentía el desgarro de unos dientes. La amargura lo atestaba y la certeza de lo ocurrido oprimía su pecho como una pesadilla de la que no era capaz de despertar.

De haber previsto antes lo que pasaría, hubiera hecho lo posible por detener a JiSung. Si tan sólo supiera dónde estaba, lo buscaría sin vacilar. Lamentablemente esa información le había sido negada desde un principio, ya no tenía derecho a conocerla. Sin embargo, su corazón le decía a gritos desgarradores que corriera por todo el mundo en su busca.

Seis meses sin más noticias que un simple "está bien", le destrozaban el alma.

Con el paso del tiempo sus miedos y dudas se acrecentaban. JiSung lo olvidaría tarde o temprano de ser su propósito, que probablemente ese era. A diferencia de él, quien se pasaba la vida buscando en lo más profundo de su memoria cualquier mínimo detalle o recuerdo de él. Mantener viva su esperanza era todo lo que le permitía continuar aún de pie.

Noches largas de insomnio, sombras destellantes y siluetas invisibles plagaban su casa. No había nada que él pudiera hacer ahora salvo esperar que su dulce criatura. Al dueño de aquellos ojos del color del océano tan intenso y profundo como la eternidad. Aquel que le enseñó el significado de la vida y el perdón. Aquella criatura tarde o temprano iba a volver, se iba apiadar de su nefasta alma y con su toque lo salvaría de las tinieblas en las que se hallaba. O quizá no.

El alcohol en su sistema le permitía conservar la calma un poco más.

—Él vendrá —seguía diciendo MinHo mirando a través del cristal empañado de su departamento— Tiene que volver.

La triste mirada que le dedicó su amigo fue una respuesta silenciosa a su agonía.

—No necesito que me creas —Le dijo el rizado a Chan, llevando el líquido cobrizo que contenía el cristalino vaso, haciendo una mueca ante el sabor.

—MinHo, ¿has pensado en buscar ayuda? —Preguntó atormentado su amigo y confidente.

—Nadie puede ayudarme, Chan. Solo JiSung puede.

Su voz fue un susurro apenas audible. Justo como el lamento de su alma. MinHo sentía que moría en vida y no esperaba que nadie lo entendiera.

—Ese es tu problema —el rizado vio de reojo como la figura de Chan se levantaba del sofá y se acercaba súbitamente hasta él. Tomó el vaso de sus manos, arrebatándoselo— No te permites superarlo.

Intentó recuperar su bebida de las manos de su amigo sin éxito. Dejó caer su peso contra el sofá de nuevo, sin fuerzas para nada más que quedarse sumido en su pozo de tristeza y soledad.

—No necesito superarlo.

—No lo superes, está bien —asintió su amigo, vaciando el contenido del recipiente en el lavadero a pesar de la queja del rizado— Pero no puedes quedarte aquí cruzado de brazos, embriagándote a cada momento mientras, según tú, él llega.

Sweet Sweet Revenge |MinSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora