Victoria

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—¿Pero de verdad? ¿Nunca nunca? —Juro que estoy flipando. Oliver no es de este planeta, literal.

—De verdad, nunca nunca he robado. —Lo dice como si fuera lo mas obvio del mundo, pero desde luego no lo es. Todo el mundo ha robado algo en su vida. Una piruleta en una tienda de chuches, un pintalabios en un centro comercial o una cajetilla de tabaco en un supermercado.

—¿Ni siquiera cuando eras pequeño?

—Si quería algo, se lo pedía a mis padres, y si no me lo compraban ni se me planteba robarlo, nunca me educaron así.

Aquí está, de nuevo Oliver y su vida perfecta. Unos padres maravillosos y todos los caprichos que quiere. Se le ve de lejos, no es necesario mirarlo dos veces para darse cuenta de que es un pijo con mucha pasta. Unos zapatos con los que podría llenar la nevera dos semanas, unos pantalones de Gucci con los que no tendría que preocuparme de la luz durante mínimo uno o dos meses y una camiseta de la que no me sé ni la marca, pero que seguro que cuesta un montón. Y ni siqueira se molesta en ocultarlo. Podría ponerse ropa más normalita o no decir cada dos por tres que sus padres tienen dinero. Por eso lo odio tanto. Por que es un imbécil que se cree Dios. Normal que la gente no se le acerque ni para atrás. No se merece la compañía de nadie y punto. Cuanto antes se entere mejor para todos.

—Bueno, pues hoy te estrenas —le digo esperando que se ponga colorado o haga algún gesto que demuestre que lo ha malpensado, pero nada, tan impasible como siempre.— Con las carteras me refiero. Yo a ti no te tocaba ni con un palo.

Espero su mueca de enfado, pero nada.

—¿Y quién ha dicho que yo tendría interés en que me tocaras?

Me quedo flipando cuando veo que me responde. Nunca lo hace, pero parece que ha encontrado valentía en algún sitio. Quizás estas veintidós horas se vuelva un poco menos cobarde. Por pedir...


Damos unas cuantas vueltas por el aeropuerto, en silencio. Esto está lleno de guardias y cámaras. Va a ser imposible que robemos algo. No sé de donde narices vamos a sacar dinero. Voy hacia una zona con asientos y me dejo caer en uno. Ayer dormí poquísimo, pasé la noche en el hotel con Julián, Marcos, Sarai y Kauane. Nos quedamos en la habitación de los chicos y puede que nos tomáramos cuatro paquetes de cerveza y que acabáramos todos un poquito borrachos. Y fumados. Así que estoy muerta de sueño, me duelen los pies de la caminata que nos acabamos de dar al rededor del aeropuerto y Julián no me ha respondido el Whatsapp, aunque la culpa de eso la tiene que este metido en una cápsula con alas sobrevolando el océano Atlántico.

Miro de reojo a Oliver, que se ha sentado a mi lado, dejando un asiento entre los dos. Chico listo. Mira el móvil con nerviosismo y no para de dar molestos golpecitos con el pie en el suelo. Me pone de los nervios.

—Va a ser imposible robar aquí. Esta lleno de cámaras y vigilantes —le digo. No me responde, se queda con la vista clavada en el teléfono móvil y tecleando a toda prisa.

—Quizás tengas razón y debamos llamar a la policía o algo. No me apetece dormir en el aeropuerto.

Sigue sin contestarme, y me está empezando a molestar. Y mucho.

—Oye Oliver, que estoy hablando contigo —digo molesta.

—Me parece genial —por fin se digna a decir algo—  pero no estás diciendo nada que me interese.

La verdad, no sé si la Gran Manzana le mata las neuronas o si hoy a dormido muy poco, pero no sé quién narices se cree que es para hablarme así y tengo un cabreo enorme. 

—Mira, chaval —nota el tono de mi voz, y levanta la vista del iPhon para dirigirla a mi— no sé quién crees que eres, pero te dejo claro que no eres nadie —lo miro a los ojos mientras hablo y parece que su 'valentía' comienza a desaparecer y su mirada comienza a perder ese toque de rebeldía— y como se te ocurra volverme ha hablar así ten por seguro que te daré muchos más motivos para suicidarte.

Dejo que mis palabras resuenen en el aire, y cuando se da cuenta de lo que he dicho, su piel comienza a adquirir un tono mortecino. Traga saliva varias veces mientras deja sus ojos fijos en los míos. Me levanto y le doy la espalda. Necesito aire fresco, pero mientras me alejo, esperando a que Oliver se levante y me siga, distingo su voz entre el barullo que hay en el aeropuerto.

—Eres una hija de puta.



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⏰ Última actualización: Apr 09, 2022 ⏰

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Todo lo que odio de las fresasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora