Capítulo IIIEntre sakuras, recuerdos y lágrimas
El sonido del jazz proveniente del gramófono, aderezaba perfectamente la partida de Hanafuda, una partida que él estaba perdiendo, cabe resaltar. Cuando ya fue un hecho su derrota, dejó las cartas sobre la mesa con hastío, esto mientras sus acompañantes actuaban indiferentes ante su rabieta. Uno de ellos estaba sirviéndole una bebida alcohólica a otro, y otro se tomó la molestia de prender su pipa. El acajou hizo un esfuerzo sobrehumano para ignorarlos también. Tenía ganas de irse a casa y desquitar su rabia de cualquier manera, pero existía un pequeño inconveniente con ese plan: la reunión masculina estaba dándose en su casa.
¿A donde demonios se iría si esos idiotas estaban en su casa? No tenía otra opción más que aguantarse el bombardeo de burlas o preguntas que le hicieran por su despiste.
—Me extraña de ti, Harlequin. Se supone que tú te criaste en este país, tú nos enseñaste a jugar con las cartas japonesas; me hace sentirme raro que pierdas —expresó el que prendió la pipa.
—En mi opinión, creo que Harlequin no estaba prestando atención a nuestro juego, Capitán —comentó un hombre de cabellos fucsias.
Prefirió reservarse su explicación. No iba a negarlo, pero tampoco es que tuviera muchos deseos de afirmar que era verdad.
Porque algunas verdades eran dolorosas. Muy dolorosas.
—¿Te encuentras bien, King? —cuestionó el hombre que había estado sirviendo alcohol.
La pregunta, pronunciada de una manera tan amable y agradable, le hizo ladear la mirada para observar a su amigo de cabellos azafranados. Él era un individuo presuntuoso, con un porte de orgullo y superioridad que resultaban cansinos y poco agradables, sin embargo a diferencia de otros idiotas ególatras, él sabía dejar su orgullo de lado, portándose amable con los que consideraba amigos; preocupándose por ellos, por cualquier cosa que pudiera acomplejar o aquejar a sus seres queridos. Era una persona muy buena, alguien a quien no te gustaría preocupar excesivamente.
—Estoy bien, Escanor. Te agradezco tu preocupación —respondió, lo más suave que pudo.
—Perdóname que insista, ¿pero estás seguro? Tu mirada es de tristeza, no puedo evitar darme cuenta de eso —advirtió Meliodas.
Harlequin se sorprendió por la observación realizada por su amigo. ¿Sus ojos demostraban la verdad de su estado anímico? Una vez cuando era pequeño, su abuela Liang le dijo que los ojos eran las ventanas del alma, pero jamás tomó tan seriamente sus palabras en esa ocasión. ¿Tan sencillo era para el resto leerlo?
Desvió la vista, como si quisiera ocultar lo evidente. Mas ya era tarde para eso, sus amigos se habían dado cuenta ya de que algo estaba acomplejándolo.
—Me siento culpable —pronunció finalmente.
—¿Culpable, por qué? ¿Qué es lo que te hace sentir culpa?
Gowther, como si fuera un ávido psicólogo, le hizo esas cuestiones tan concretas. Quizá en una ocasión normal se negaría a responderlas, no obstante ahora sentía debilidad, sentía que necesitaba de la ayuda de sus amigos; sentía que no podría dormir esa noche sin ahogarse en su propio llanto si no hablaba de eso con sus únicos amigos, las personas que mejor lo conocían, solo después de su familia más allegada.
—El compromiso con la señorita Cerisier. Lo cierto es que, llegué tarde a la reunión a propósito. Primero pasé a visitarla a ella. Creo que fue mala idea.
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❝ El gorrión que fue cautivado por un cerezo ❞.
RomanceNanatsu no Taizai AU. ❝ Y sin importar las dificultades que enfrentemos yo te amaré, incluso si soy enemigo del mundo entero; porque nada ni nadie podrá hacer que olvide todo lo que siento ❞.