Capítulo IILa flor de cerezo que nunca sonríe
En una habitación con una exquisita decoración occidental, una figura femenina estaba frente a un tocador, mirando su reflejo y arreglando su castaño cabello, recogido por horquillas, en un peinado bastante elaborado; con el fin de poder encajar sin ninguna dificultad, en el ambiente del lugar al cual estaba por asistir. Había apostado por un vestido magenta, hecho de raso, con caída libre, escote V con un canesú finamente bordado por manos habilidosas, acompañado del ribeteado de volantes burdeos de la falda, que daba hasta los tobillos; sus alhajas consistían en un collar de perlas cultivadas, un par de pendientes de oro y rubíes birmanos; su maquillaje, al igual que el recogido, estaban a la altura requerida, haciendo que la belleza exótica de la mujer resaltara mucho más.
—Creo que así estará bien —comentó, observando su reflejo, evaluando su aspecto físico.
Una vez estuvo satisfecha con el resultado se incorporó de su asiento, tomó su estola de plumas marfileñas para complementar su atavío y salió de la alcoba, tras colocársela sobre los hombros; cuando la puerta se cerró tras de ella, comenzó su lento andar por la planta alta de la residencia, caminando a paso decidido por el pasillo, repleto de cuadros con hermosos paisajes y retratos de ancestros familiares; yendo con dirección a las escaleras, sin desviar la mirada en ningún momento. Apeó con paso lento los escalones, apoyando su mano zurda, totalmente enguantada con un guante de seda nívea, en el barandal, fijando su violácea mirada en el individuo de sexo masculino que esperaba por ella, justo al pie de la escalera. Aquel hombre al verla descendiendo, se quedó observándola con paciencia, hasta que descendió totalmente, ofreciéndole el brazo para que ella lo tomara, un gesto al que no se negó; tras ello, empezaron a caminar parsimoniosamente hasta la puerta principal, donde unas sirvientas estaban esperándolos para abrirles las puertas, mismas que colindaba con el exterior de la vivienda.
—Te ves hermosa —comentó el castaño.
—Gracias, abuelo, tú tampoco luces mal. Te ves muy guapo —halagó de regreso.
—Lamento que debas hacer esto por culpa mía. Créeme que de haber otra alternativa hubiese preferido eso antes que obligarte a esto —dijo abatido.
—No te mortifiques, entiendo que mi abuela y tú lo hicieron por mi bien —respondió.
La conversación quedó interrumpida por las sirvientas abriendo las puertas, lo que los llevó a salir de la casa y bajar otros escalones, para dirigirse al Ford Modelo A, en color ébano, que los esperaba para llevarlos a donde tenían que salir. El chofer al verlos abrió la puerta del vehículo; pronto tanto su abuelo como ella, subieron al auto. El conductor cerró la puerta y subió también al vehículo, encendiéndolo y posteriormente conduciendo con rumbo al lugar donde tenían que ir sus superiores. Tan pronto como el transporte inició su marcha, la fémina se asomó por la ventana para observar las calles llenas de transeúntes, admirando con ello la belleza del distrito en el que vivía con su familia, en nada más y nada menos que la capital del imperio; el paisaje metropolitano era lo único que podía distraerle de pensar en aquel compromiso, que se basaba en la codicia de sus tías y la de los gorriones.
Francamente no conocía a los integrantes de la familia Moineau, solo había escuchado sobre ellos en reuniones de alta élite y por boca de sus familiares, quienes veían ventajoso unir lazos con ese clan, aprovechando la amistad desde la cuna que mantenían su abuelo y el patriarca Gloxinia. Diane conocía de sobra las aspiraciones de sus dos tías y el resto, sabía que casi todas sus primos habían sido emparentados por Matrona y Dolores, las casamenteras del linaje, hermanas mayores de su padre. Nadie se salvaba, ni siquiera el propio Florian corrió con un destino diferente, puesto que hasta el matrimonio de sus dos progenitores corrió la misma suerte del resto, siendo uno establecido por interés de parte de los Cerisier y los Pescini; aunque por fortuna Florian y Allegra tuvieron la dicha de enamorarse durante la fase del cortejo, eso le permitió gozar de padres amorosos entre ellos y con ella.
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❝ El gorrión que fue cautivado por un cerezo ❞.
RomanceNanatsu no Taizai AU. ❝ Y sin importar las dificultades que enfrentemos yo te amaré, incluso si soy enemigo del mundo entero; porque nada ni nadie podrá hacer que olvide todo lo que siento ❞.