¿Por qué no?

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En un punto de nuestra historia (para ser más específicos, el año 2026 d.C.), la ciencia alcanzó a descubrir la capacidad de extraer habilidades de nuestro ser. Sí, habilidades. Los científicos inventaron un sistema de dar y recibir habilidades. ¿Que cómo lo hicieron? Resulta que encontraron una forma de extraer la información necesaria del cerebro de una persona y después implantarla en el cerebro de otra, de forma que este nuevo recipiente adquiere todas las capacidades del anterior como si siempre las hubiese tenido. Todo hecho tecnológicamente. Eso sí, no lograron que el "donante" de las habilidades las mantuviese, sino que acaba pareciendo que nunca las hubiese obtenido.

Todo esto obviamente dio paso al mercado de compra-venta de habilidades. A lo mejor ibas un día a la panadería y, en vez de pedir una barra de pan, le pedías al panadero si te podía vender su habilidad amasando u horneando. Esto le vino de perlas a personas con dificultades para aprender determinados oficios. Su proveedor siempre podría volver a estudiarlo y el comprador tendría una habilidad que de forma normal nunca hubiese tenido. Todo ventajas.

Con el paso de los años, las herencias pasaron a dejar también las habilidades del difunto. Por motivos obvios, el proceso para extraer e implantar habilidades solo lo podían hacer algunos médicos o científicos, y había que pedir permiso expreso al gobierno (aunque esto se fue normalizando con el paso de los años hasta llegar a un nivel en el que se consideraba una operación normal como donar sangre).

Ahora que sabéis un poco sobre el contexto en el que nos encontramos, es momento de comenzar a contar mi historia...

Yo era un chico normal, de 16 años. Nuestra familia era grande y estaba muy unida, a excepción de mi tío Carlos, su esposa y sus hijos. Ellos venían a visitarnos una vez al año, más o menos, aunque el resto de adultos y ellos no se llevaban muy bien. Nunca me dijeron por qué, pero siempre fui capaz de notar la tensión cuando se reunían.

A pesar de todo, a mí me parecía una persona bastante decente y me caía muy bien. Cuando era más pequeño, siempre que venía me contaba historias que se inventaba y más tarde, cuando crecí, empezó a jugar videojuegos conmigo.

Era como el tío guay, pero a la vez incomprendido. Nunca podré olvidar las acaloradas discusiones que tenía con mi madre cuando creían que nadie les oía, aunque nunca llegué a entender muy bien por qué y sobre qué discutían, pues todavía era demasiado pequeño.

Unos años antes de mi decimosexto cumpleaños, dejaron de venir a las reuniones y comidas. Según mis padres, su mujer había conseguido un trabajo en una ciudad demasiado lejos, y no podrían volver a venir.

La cuestión es que acabó falleciendo. Según me contaron, le dispararon dos veces en la cabeza. Mis padres me explicaron (sin contarme muchos detalles) que mi tío tenía enemigos. Pero resulta que me había dejado una herencia: una caja de cartón.

La caja no estaba vacía, claro está. Era grande y pesada, y nadie tenía la más remota idea de qué podría haber dentro. Me la subí a mi habitación, me senté en la cama y me armé de valor.

Yo al principio pensaba que la caja iba a contener fotos o vídeos sobre momentos que alguna vez hayamos vivido. Por eso, cuando abrí la caja y encontré un taladro azul mediano, una ganzúa dorada, un par de guantes negros, una máscara negra, unos papeles cuidadosamente doblados y una grabadora; me sentí muy confuso.

Claramente acudí primero a la grabadora. Eso me daría respuestas.

"Hijo, si estás escuchando esto es que estoy muerto. Aunque eso ya lo sabrás. Te pido por favor que escuches esta grabación solo. Lo que te voy a contar es algo privado entre tú y yo, y nadie más puede saberlo." Paré la grabación, confuso. Me levanté, cerré la puerta de mi habitación y presioné de nuevo el botón de play.

"Todos estos años te he estado mintiendo. Siempre te he dicho que no tengo trabajo, que me mantenía gracias a mi esposa y al pago del paro. Pero no es así. Alan, soy un ladrón de bancos. Profesional. He robado los más grandes bancos del mundo. Desgraciadamente, este oficio me trajo peores enemigos de lo que esperaba: un cártel mexicano al que estafé me está buscando y no tardarán en encontrarme. Te he dejado una lista de pistas que quiero que sigas, al igual que todas mis habilidades que he ido aprendiendo a lo largo de los años. Si lo haces bien, llegarás al final de todo y podrás incriminar al cártel. Si te preguntas por qué te elegí a ti, siempre fuiste mi sobrino favorito y he visto mucho potencial en ti. Buena suerte."

Pausé la grabación, estupefacto. ¿Mi tío? ¿Un ladrón de bancos?

Agarré los papeles doblados y los leí cuidadosamente. Uno era un permiso para recibir las habilidades que donó mi tío. Otro era una lista de... ¿lugares? Bancos, joyerías, casinos...

Entonces lo comprendí. Mi tío no me había dejado simples pistas. No, el cabrón me dejó direcciones de lugares que tenía que robar.

Quería que continuara su legado.

Cogí la máscara, la inspeccioné y me la puse. Entonces me dije:

—¿Por qué no?

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