Distraídas, como la primera vez, sin esperarlo, sus miradas vuelven a encontrarse deteniendo sus mundos, incrédulas, como si todo lo que hubiesen vivido no fuese real. Ninguna de las dos respira.
A Therese le sudan las manos. Sus ojos claros se pigmentan con líneas profundas de oscuridad y deseo. Recuerda aquella primera ocasión en que vio la desnudez de Carol frente a ella; su piel estaba húmeda por el vapor de la ducha, sabía que Carol le pedía a gritos silenciosos valor para acercarse. En cambio, ella se alejó hacia la cama, temblando por la humedad que brotaba entre sus piernas y le llenaba de escarlata los pómulos.
Carol frunce ligeramente el ceño y su ceja izquierda se arquea apenas notablemente; quiere saber qué esconde Therese detrás de las pupilas; el libro que sus manos sostienen pierde cualquier valor. Se reacomoda ligeramente en el sofá.
Y a diferencia de esa noche en Waterloo tan lejana en el tiempo; Therese da el primer paso, cierra el cajón de pinturas y desabotona con sus finos y un poco más experimentados dedos, uno de los botones de su ropa.
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Poder Pagar el Precio de la Sal
RomancePequeños relatos de Therese Belivet y Carol Aird. Todos los personajes son creación de Patricia Highsmith. No poseo derecho alguno sobre ellos y no busco lucrar con estas historias, son escritas por gusto propio con el fin de compartirlas con quie...