No. 12

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— ¡L-Lo sentimos mucho!

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— ¡L-Lo sentimos mucho!

— ¡Perdone nuestra vida! ¡P-Por favor!

— ¡L-Líder!

La chica los observaba desde arriba, sentada en su silla y con las piernas cruzadas, sin ninguna expresión en el rostro.

Viendo como sus insignificantes cuerpos temblaban del miedo mientras rogaban desesperados por sus vidas.

— ¿Acaso me están diciendo qué hacer?

— Hana... — Haru, que estaba a su lado, trató de interrumpir pero ella alzó la mano, mandándolo a callar.

— Sé que soy generosa siempre, — se levantó — muy amable, y pretendía únicamente llamarles la atención, aunque para mala suerte de ustedes... — detuvo su avance ante ellos — Me encuentro de un horrible humor. — sonrió torcido y aplastó con su bota una mano de uno de sus subordinados.

— Señorita, por favor, tiene arreglo. — Mina se le acercó. — ¡No fue grave! El dinero perdido se puede recuperar, déjeme encargarme de esto.

— Vamos, grita y suplica más, y tal vez no te rompa los huesos del resto del cuerpo. — ignoró el anterior comentario, apretando su pisada contra la mano.

— ¡LÍDER! ¡AHHH! ¡S-SE LO RUEGO! ¡P-PERDÓNEME! — grito ante la desesperación de perder más que su mano, su vida.

— Más fuerte, basura, no escucho~. — con tal sonrisa torcida y con ojos abiertos, todos, incluídos Haru y Mina, sabían que no podían hacer más que observar.

— Redness debe ser perfecto, ¡inigualable! ¡No podemos permitirnos errores así! ¿Entienden? Nuestros puños no son suficientes, hay que ser inteligentes y tener dinero, ¿cómo creen que otras grandes organizaciones se manejan? ¿Creen que permiten faltas como estas? — dejó en paz la mano del tipo y pateó la cara del que estaba al lado. — ¡¿Ah?! ¡Respondan!

¿Y cómo era que podían siquiera pronunciar una palabra? Las patadas y pisadas no dejaban de impactar contra sus cuerpos.

Los dos capitanes, nerviosos, esperaban que en cualquier momento apareciera Leo, el único que podía calmar el terrible temperamento de su líder. No se encontraba debido a que tuvo que salir por asuntos de emergencia y no tenían idea de cuando regresaría. Avisaron a Zac, que estaba afuera del despacho, que en cuento lo viera entrar lo llevara hasta ahí.

No fue hasta que los cuatro pobres hombres quedaron inconscientes o escupieron sangre que Hana se detuvo.

— Otro error como estos y juro que matarlos sería lo más noble que les haría. — su tono vacío pero profundo daba escalofríos, esas palabras no decían más que la verdad.

Salió azotando la puerta, el lugar a su alrededor se quedó en completo silencio; aquellos que estaban en ese piso vieron salir a su líder con las botas ensangrentadas luego de que se encerrara a castigar a los pobres diablos que cometieron un error en uno de sus trabajos financieros.

✿  ❘❘  𝗣𝗘𝗥𝗙𝗨𝗠𝗘 𝗗𝗘 𝗥𝗢𝗦𝗔𝗦 ─ Haitani RanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora