capítulo 3

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Kendall.

—Eres un idiota —le dije a James, quien estaba acostado plácidamente en mi cama, contándome como partió un cuadro importante de su madre e intentó reemplazarlo por una copia y como claramente todos se dieron cuenta de que lo había roto porque no se encargó de deshacerse del original.

—Un idiota al que amas mucho ¿verdad? —dijo subiendo y bajando las cejas.

—Ya quisieras —dije soltando una carcajada y el me torció los ojos.

—¿Ya te había contado que me encontré con aquella chica de la librería? —le dije mientras ordenaba algunos papeles en mi escritorio.

—Si, con esta ya son dos veces que me lo dices en el día —dijo en un tono burlón.

—Ah ¿si? —cuestioné —no recordaba habertelo dicho antes.

—O sea si me lo has dicho, pero no me has dado detalles y pues tu tienes un mejor amigo que es un gran recolector de información —dijo brindandome una sonrisa inocente.

—En pocas palabras eres más chismoso que todas las señoras mayores de la plaza al lado del lago a las 4:00 de la tarde.

—Bueno si, para que negarlo —dijo encogiéndose de hombros —Pero no es ese el punto, cuentamelo todo.

—Pues nada en especial, simplemente me la he encontrado en el mini market y me he disculpado con ella por mi actitud de aquel día y listo nada más que contar.

—¿Qué tu hiciste qué? —dijo levantandose de la cama.

—Me disculpe —dije con obviedad.

—Si genio, lo he escuchado —dijo poniendo los ojos en blanco —pero ¿tu?, joder perdiste a mi tortuga cuando éramos niños y aún sigo esperando una disculpa y ¿te disculpas con ella?.

—Te compré helado por lo de tu tortuga y no la perdí, literalmente la dejé ir, deberías agradecerme ese pobre animal no iba a durar ni una semana.

—Joder yo era lo mejor para ella, jamás dejaría que nada le pasará —bufó James con indignación.

—Eso mismo dijiste con el pez dorado que mataste por sobrealimentarlo, con el hámster que aplastastes mientras dormías, con el pobre conejo que murió de depresión y ¿quieres que siga?.

—Vale, puede que sea un poquitito descuidado, pero la séptima es la vencida.

—No, créeme que verte chillar por animales fallecidos por días no es agradable, luego tengo que estar de payaso para hacerte reír y ese papel si que no me queda —dije mientras colocaba clicks a algunos papeles importantes.

—Creo que tengo que confirmar eso, tienes que mejorar tu sentido del humor, aunque debo admitir que tus chistes y bromas eran tan pero tan malos que me reí solo porque eran muy malos.

—Que idiota, a la próxima te irá a consolar la tía Miranda y te recuerdo que no es nada agradable que te esté estrujando las mejillas por horas —dije recordando aquel día que había discutido con mi padre por primera vez y la tía Miranda me dejó las mejillas Rojas ya que al parecer no sabe dar consejos sin halagos y estrujadas de mejillas; y si, a veces era un poco empalagosa, pero era una de las mejores personas que conozco.

—Ni me lo recuerdes, creo que ya tengo un trauma desde aquel día que casi me quedo si  mejillas, estuvo pellizcando mis mejillas durante dos horas —bufó e hizo como si tuviera escalofríos al imaginarlo y no pude evitar soltar una carcajada.

—Como sea James Alexander, tengo que llevar estos papeles a la biblioteca principal, ¿me acompañas?

—ay eso está tan lejos, que pereza; ¿y si mejor vamos a la librería de Lili?, he oído a mi madre decir que se encarga de la papelería de la biblioteca principal, ya que la bibliotecaria se ha tenido que ir a la ciudad por unos días y tiene a una suplente.

Londres me recuerda a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora