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CUANDO AMELIA Y MALCOLM, dieron a conocer su talento en el día de campo de la clase Krelboyne, sus familias quedaron realmente sorprendidas, Malcolm era un verdadero genio en los números, muchísimo más que cualquiera, mientras que Amelia, tenía la voz de un ángel, cantaba tan precioso, que era imposible creer que era de este planeta.
Toda la familia Anderson estaba en su camioneta, nunca esperaron que su hija, genia y amargada, tendría un talento fuera de la educación.
Cuando Amelia entró a su auto con la vergüenza al tope, su familia se quedó en total silencio, uno muy incómodo.
—¿Amelia es Dios?—preguntó Alice, luego de un buen rato.
—No hija, solo tiene una muy grandiosa voz—respondió William—muy, muy, muy grandiosa voz.
—Oye Amelia, ¿Qué tal me escucho?—Andrew hizo una nota alta desafinada, mientras movía su dedo índice de manera exagerada.
—Dios, cállate—Amelia río, y con ella toda su familia.
—Oye Hannah Montana, haz un cover de esto—Alexandra eructó en el rostro de su hermana.
Todos rieron—¡Que asco Alex!—rio Alyssa.
—No se cómo puedes tener esa increíble voz, si gritas todo el tiempo—comentó su mamá, Amelia solo sonrió tímida.
—¿Quién quiere, hamburguesas?—cantó William.
—¡Ya basta papá!
Todos rieron aún más, y emprendieron su camino, y esa era su esencia, aun en los gritos y peleas, eran ellos, eran una familia.
