El día en que casi todo se va al carajo

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Odiaba estar encerrado en la cafetería la mayor parte del día por el simple hecho de que le desagrada el pensar que en cualquier momento un maldito alfa pudiera hacerle daño, lo detestaba.

Y es que Tweek ya tenía nueve años, nueve años en los que le habían hecho crecer creyendo que todos los alfas eran la escoria de la creación, puede que en su mayoría sea cierto, pero no siempre es así.

Se volvió en extremo paranoico, creía que cada cliente del café era un secuestrador o asesino en potencia. Su mente le jugaba muy malas pasadas y el café no hacía más que ponerlo más ansioso.
Respecto a este último sus "dosis" aumentaron de forma considerable pues con cada año que transcurría su aroma se intensificaba, su padre hacia el café cada año más fuerte y la cafeína en exceso le pasaba la factura durante las noches, el insomnio era su día a día, esa era la razón por la que desarrollo leves tic's.

Era horrible todo lo que tenía que vivir solo para evitar su sufrimiento, el de sus padres y el de sus amigos, esa era la razón por la que todo valía la pena.

—Ya es hora de que vayas a la escuela amor.

Su madre, tan amorosa como siempre. Fue hace un par de semanas que los dos adultos tomaron la decisión de que Tweek tomara clases como los demás jóvenes pues ellos no siempre tenían el tiempo disponible para enseñarle a su hijo.

—¿Enserio es necesario? Digo, después de todo yo heredare el negocio familiar, no debo preocuparme por mi futuro.

—Como si no quisieras ser Chef y tener tu propio restaurante. —Le dijo con una sonrisa.—

—Touche papá, touche.

No estaba para nada entusiasmado con la idea, pero no tenía otra alternativa si es que quería un futuro brillante.

Butters y Bebé le habían dicho que no se separarian de el por ningún motivo, después de todo y por gracia de la Luna estaban en el mismo grupo.

—¡Por la Luna Tweek es hora de irnos!. —Gritó desde la entrada.—

Cierto, Butters quedó de ir a buscarlo para ir juntos, igual, la cafetería no le quedaba lejos.

—Ya voy Butters —Anunció.— Mamá, papá, nos vemos.

—¿Llevas suficiente café?.

—Un-un litro mamá.

—Perfecto, hasta luego cachorro.

Tomó su mochila y junto a su amigo salieron del negocio. A diferencia de él, Leo caminaba con toda la felicidad del mundo, él de verdad estaba feliz de que por fin su gran amigo estudiara con él ya que así pasarían más tiempo juntos.

—¿Enserio si beberás todo el café?.

—Claro, me gusta mucho.

Y ya no mentía al respecto, después de tantos años le tomó gusto al amargo café, tanto así, que el probarlo con leche le daba asco y decía que eso por nada del mundo era café.

Al llegar a la primaria le recordó su primer día de kindergarden pues los aromas de los alfas como siempre le provocaba náuseas, muy desagradables a su parecer.

Durante su primera clase se percató de lo incompetente que era el profesor Garrizon ya comenzaba a arrepentirse de aceptar estar en un salón de clases.

—Por Dios quita esa cara de asco Tweek.

—Es imposible Bebé, de-de verdad lo estoy intentando.

—No mientas, se que estás enojado, pero ya pasará, verás que es lindo.

Si, Bebé le había mentido, esto empeoraba cada vez más.

El lobo del café. --Creek--//Omegaverse//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora