Queriendo sin querer

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La siguiente semana empezó bastante estresante, ya que mi jefe accedió a darme tres días libres, pero a cambio de trabajar horas extras, apenas había transcurrido el lunes y ya me sentía agotado, llegué bastante noche al departamento, supuse que quizás Alan ya hasta se había ido a dormir, pero lo encontré echo bolita en el sillón mirando la tele, levantó la mirada cuando entre a la casa.

—¡Hola! —me sonrió y yo sentí que eso era suficiente para olvidarme del cansancio.

—Pensé que ya estarías durmiendo ya casi son las 12.

—Estaba interesante el programa—miré la tele, dudaba que las noticias tuvieran algo de interés, pero no mencioné nada—hoy si llegaste noche—comentó mientras se levantaba para ayudarme a quitarme el saco.

—Gracias—suspiré— así va a ser el resto de semana, mi jefe accedió a cambio de mi libertad—el río.

—Pero que tal te la pasaras el fin.

—Espero valga la pena.

—Como puedes decir eso si vas con el amor de tu vida —sonreí.

—Podrá serlo, pero a veces las cosas son un poco complicadas con ella.

—Ya verás que serán los mejores días de tu vida, ve a cambiarte mientras caliento tu cena.

—No te preocupes Alan, ahorita yo la caliento, deberías ir a dormir.

—Tú vete a cambiar—repitió esta vez más como una orden, no me opuse demasiado, ya sentía que todo me apretaba y estorbaba.

Dejé que él me calentará mi comida mientras me cambiaba, mi humor mejoró cuando pude vestirme con mi playera holgada y mi short, regresé a la cocina donde ya estaba mi plato puesto sobre la mesa, tomé asiento y Alan se sentó frente a mí.

—Gracias—comencé a comer con rapidez.

—Tranquilo hombre, el pescado ya está muerto—me detuve para mirarlo sin comprender—no se va a ir brincando—provocó que me riera.

—Tonto, tengo mucha hambre no me dio tiempo de ir a comer.

—¿Tu última comida fue el desayuno?

—Así es—confirmé.

—¡Marck, no manches! Te vas a desmayar—se escandalizó.

—No te preocupes tengo aguante, antes de que llegarás a mi vida pasaba horas sin comer.

—Me alegra haber aparecido antes de que te enfermaras.

—Hablando de enfermarse ¿Estás bien? —dejé de comer para observarlo, había notado que su voz se oía extraña.

—¿Por qué preguntas?

—Te oigo un poco constipado ¿Te agarró la lluvia? A eso de las 6 de la tarde llovió ¿No?

—Ah, sí, pero solo me mojé un poco—dijo intentándole restar importancia.

—Mañana compraré vitaminas—él me sonrió con serenidad.

—No te preocupes, con el baño que me di es suficiente, además que esa lluviecita no puede enfermarme—estaba dispuesto a repelarle cuando de repente todo se quedó a obscuras—¡Santo Cristo! —gritó y sentí su mano tomándome de la muñeca, con la mano libre saque mi celular y prendí la lámpara al hacerlo vi la notificación que había ignorado.

—Joder.

—¿Qué pasa? —me miró fijamente.

—Se me olvidó pagar la luz, me mandaron aviso de la fecha límite y aun así se me fue—gruñí esperaba que valiera el fin de semana, Alan me apretó mi muñeca intentando calmarme.

Entre tú y ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora