Me faltabas tú

243 32 45
                                    

El fin de semana siguiente tal como me había propuesto Aim, esperaba poder salir con ella y estar un tiempo a su lado, pase la semana pensando como hacer especial el día dado que se trataba de un festejo por su graduación aunque al final no tuve que romperme mucho la cabeza, ya que de último momento le salió trabajo y tuvimos que posponerlo, en parte lo agradecía, mi aspecto físico no era el mejor, la última vez que tenía tan marcadas las ojeras fue en la época del último año de universidad y todo se lo debía a Alan, ya no sabía cuánto tiempo más podría mi cuerpo aguantar el no dormir.

Con las festividades acercándose descubrí cuanto le gustaba a Alan decorar, él ya había colocado banderas, guirnaldas y una imagen casi de tamaño completo de una china poblana en la puerta del baño que en las noches solía meterme un susto.

Nunca fui demasiado patriota al menos no era algo que acostumbráramos en casa, solo lo tenía presente por la escuela y ahora por el trabajo donde organizaban lo que se llaman noche mexicana además es cuando más comía todos esos antojitos tan ricos. El sábado a tan solo dos días del 15 de septiembre, Alan curioseo acerca de mis planes para ese día.

—¿Qué harás el martes? —me preguntó mientras preparábamos la comida.

—Pues los padres de Aim preparan una comida, supongo que me quedaré con ella—el dejó de cuidar el huevo para mirarme.

—¿Supones? — suspiré después de lo de su graduación y de que me cancelara el plan no habíamos hablado mucho.

—Si vuelve a surgir algún problema dudo.

—¿Siguen discutiendo?

—El huevo—le recordé, regresó su atención al sartén yo me acerqué para pasarle los platos —No es que las sigamos teniendo solo que no hemos podido hablar.

—No debes dejar que las cosas se acumulen—repitió su consejo de la otra noche.—Ya sé, ya sé, a veces dejo que las cosas se enfríen un poco, ambos tenemos un carácter fuerte y si no dejo que nos calmemos puede acabar muy mal además ha estado ocupada—extrañamente sonrió —¿Por qué esa cara? —cuestioné.

—Creo que eres más blando de lo que aparentas.

—Basta de hablar de mi obesidad—pedí, él solo rio.

—Hablo de tu carácter, tonto—el volteo de forma magistral el huevo solo Alan tenía un estilo para hacer omelettes y servirlos.

—Eso es porque no me has conocido enojado, pero sigue cantando y verás —lo amenacé recordando la queja pendiente, pese a que Alan me había asegurado de que no tenía interés por nadie ya había sido demasiado casi dos semanas cantando la misma cancioncita ya empezaba a ser tentador meterle un calcetín en la boca.

—No pensé que te molestara que cantara —repeló en lo que me pasaba mi plato con mi mitad de omelete.

—Mientras no sea la misma canción ni la cantes como mariachi a las 3 de la mañana no tengo ningún problema—me senté, Alan fue por cubiertos y también tomó asiento frente a mí.

—¿Sigo cantando lo mismo? —preguntó con evidente vergüenza.

—Si—le confirmé—¿Por qué no eres sincero con lo que sientes? Así ambos podríamos estar en paz.

—¿Sigues insistiendo con lo mismo?

—¡Vamos Alan! No es normal que de forma repentina te pongas a cantar esa canción.

—No me has dicho cuál ahora que lo estoy pensando.

—¿No eres consciente de que cantas?

—Ya te lo dije Marck, no es como que tenga una playlist mental.

Entre tú y ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora