Escogió una flecha negra. El alce levantó la cabeza y olisqueó el aire unos instantes, pero no pareció notar su presencia. Tensó lentamente la cuerda del arco y apuntó a la frente del animal que volvía a pacer tranquilamente.
La saeta silbó y su presa trató de huir, aunque no consiguió llegar muy lejos. Se desplomó sobre una roca a unos cuantos metros del lugar y comenzó a resoplar sangre, la flecha hundida en su cabeza, atravesando el cerebro.
Segundos más tarde estaba muerto.
Caladhiel salió de entre los árboles en los que estaba escondida y se acercó al cadáver. Extrajo la flecha con cuidado de no dañarla y la limpió con un trapo que llevaba en la cintura. Cuando se aseguró de que estaba limpia de sangre, la devolvió al carcaj y se permitió unos segundos de mirar la sangre del arce escurriéndose en la tierra.
Suspiró y pasó las manos sobre el pelaje marrón brillante.
Realmente odiaba matar a los animales, pero sabía que era por una causa justa, ya que si no los cazaba, ni ella ni sus abuelos comerían.
Deslizó el silbato de caña de su cinturón y sopló suavemente por él, de modo que sonó un sonido dulce y agudo gracias a la membrana de piel que le había puesto.
Unos minutos más tarde, Nárwë apareció dando saltos entre los árboles. Le dedicó una gran sonrisa a la elfa.
-¡Hola Caladhiel! —dijo cuando se puso a su altura. Observó el alce caído y asintió con aprobación-. Buena caza, hermana.
Ella torció la boca.
-Por favor, Nárwë. Sabes que no me gusta matar.
El rostro del joven elfo se ensombreció.
-Todos tenemos que aprender a matar. O nos matan ellos, o los matamos nosotros.
Guardaron un silencio tenso. Caladhiel dijo:
-Estás demasiado obsesionada con esto. Ya hemos perdido la guerra, Nárwë, ellos nos superan ampliamente en número. Por cada uno de nosotros, hay al menos mil de ellos.
-No puedes pensar así, si lo haces estás condenándote, prácticamente entregando tu cabeza en bandeja de plata. Tenemos que ser optimistas, tenemos que luchar, tenemos que...
-¿Tenemos?
Hubo otra pausa silenciosa en la que ambos tuvieron un duelo de miradas. Al final, Nárwë se apartó, enganchó al alce con correas a su espalda y comenzó a arrastrarlo en dirección al campamento, sin decir ni una sola palabra más.
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La última elfa
FantasíaLos elfos están en peligro de extinción. Cuando uno de ellos cayó en una trampa para osos, los humanos se sorprendieron al verle, hermoso y preciso como una flecha con piel verdosa. Y comenzaron a cazarlos a todos, para diferentes finalidades, desde...