Nárwë se dejó caer en el asiento a su lado. Los pinches de cocina que hacían las veces de camareros servían los platos del delicioso estofado de Ruthiël. El elfo le sonrió conciliadoramente y le hizo entrega de un ramillete de campanillas violetas..
-¿Me perdonas?
Caladhiel aceptó las flores.
-Te perdono, pero que sepas que eres un pesado insoportable.
Su amigo se rió y comenzó a devorar su plato de comida. Cuando iba por la mitad, se detuvo y la observó con ojos brillantes.
-Casi se me olvida, Mawï me ha contado que Onlí se ha puesto enfermo y que Zaila no quiere dejarlo solo, por lo que esta noche hay dos puestos de vigilancia vacantes. ¿Qué me dices de eso?
Caladhiel suspiró teatralmente.
-Te digo que seguramente ya has cambiado nuestros turnos por los de esta noche, ¿no?
Nárwë sonrió pícaramente y alzó las manos en señal de rendición.
-Vale, me has pillado.
Rebuscó en su zorral y sacó dos brazaletes de cuero marrón. Le tendió uno y se colocó el otro.
-Entonces, ¿estás preparada para pasar la noche en vela?
Ella le sacó la lengua.
-Mira el lado bueno –continuó él-, mañana dormirás todo el día.
-A menos que pase algo.
Nárwë bufó.
-¿Qué podría pasar? Aquí nunca pasa nada.
-Nunca pasa nada hasta que pasa –murmuró ella sombríamente.
-¿Qué dices?
-Nada, sigue comiendo, que se te enfría el estofado.
Él la miró durante unos largos segundos, estudiando su rostro, pero finalmente se encogió de hombros e hizo lo que le había dicho.
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La última elfa
FantasiLos elfos están en peligro de extinción. Cuando uno de ellos cayó en una trampa para osos, los humanos se sorprendieron al verle, hermoso y preciso como una flecha con piel verdosa. Y comenzaron a cazarlos a todos, para diferentes finalidades, desde...