4.

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Me duelen los dientes de tanto apretar mi mandíbula, no he dormido bien en semanas, no he comido bien, no estoy bien.
Mis piernas no dejan de moverse solas, mis dedos juguetean entre ellos, y no dejo de respirar entrecortado, a veces, me doy cuenta de que ni siquiera estoy respirando, y me obligo a hacerlo.

—Gwen.—Pronuncia mi madre, a lo que me sobresalto, y la miro.—Tienes semanas muy rara—Ella se sienta a mi lado en el sillón.—¿Está todo bien?

Miles de recuerdos golpean mi mente en ese momento, aquella silueta, su voz, su olor. Me dan ganas de gritar, siento que tiemblo un poco, pero no digo nada. Sólo asiento.

—¿Es por la universidad?—Ella toma una de mis manos entre las suyas.

—Te dije que no estoy lista aún, mamá.—Respondo, con un tono de súplica.

—Gwen... Hemos hablado esto mucha veces, debes asistir a la universidad. ¡Llevas un año entero evitándola!—su mirada de frustración penetra mi ser, y me hace sentir indefensa—¿Cuándo vas a superarlo?—me grita, levantándose del sillón.—¿Cuándo piensas dejar esos malditos fantasmas enterrados en el pasado?—me apunta con uno de sus dedos, y veo que está alterada—Llevas un maldito año entero encerrada en estás paredes, Gwen. ¡Es momento de que madures y enfrentes tus malditos miedos!

Me quedo callada, mirándola, de a poco siento como mis ojos se llenan de lágrimas.
Mierda, la terapia no había sido suficiente durante éste año, ¡No podía actuar igual que los demás! Ese chico muerto acechaba mis sueños una y otra vez, y desde el incidente del otro día, ¡Yo no encontraba paz! Había decidido no contarle nada, no quería que se preocupara aún más, ella siempre estaba ocupada en el trabajo, se había dedicado tanto a ayudar a otras personas que, irónicamente, había pasado por alto todos y cada uno de mis sentimientos.

—No pienso tolerar ni un maldito día más, Gwen.—Dice, frustrada—Irás a la universidad, lo desees, o no.

Dice, y se da la vuelta. No sin antes dejar en claro que está decepcionada de mí.
Mierda.
Apreto mis dedos contra mis ojos, odio sentirme tan vulnerable, odio tener que lidiar con este tipo de situaciones.
Miro mi celular, tenía muchísimos mensajes sin contestar, Kannya entre ellos.

Debía hacer algo, porque tal parece, que yo, desde aquel día, simplemente había estado ahí, esperando el día en que ya mi mente no produjera ningún tipo de escena, así que por tanto, yo estaba esperando morir.

—Vaya mierda...—me dije a mis adentros, resistiendo las ganas de llorar.

Ya no quería llorar más, ya no podía llorar más.
Contemplaba el suicidio cada día, pasaba horas y horas convenciéndome en que, al final, sería la única salida, aunque no era capaz siquiera de levantarme de ahí para eso.

—¿Qué es lo que deseas justo ahora?—Preguntó el psicólogo.

—Yo... Sólo... No lo sé—Respondí, y esa era la peor parte. Estaba perdida, no sabía que rumbo tomar, no sabía a dónde ir, no sabía ni siquiera qué sentir.

[...]

—¿Que tal has estado, Gurl?—Kannya sonríe al mirarme entrar a su casa—Ha pasado mucho tiempo...—Susurra, a lo que yo asiento.

—Lo siento, no... No estaba lista para vernos.—Digo, ella se encoge de hombros.

—La universidad ha sido una locura, Gwenny—ella se ríe, yo le hago una mueca—Hay fiestas, chicos lindos, drogas, y sexo...—Kannya suelta una carcajada—Mucho, mucho sexo.

—Vaya, suena como una auténtica mierda.—Digo frustrada, mirándola desde su sillón.

—Ah, ¿Te parece?—ella me apunta con uno de sus dedos—Entonces, ¿Qué has hecho en estas semanas, Gwenny?—Kannya enciende el televisor, iba a comenzar a explicar que no había hecho absolutamente nada, pero las noticias llaman mi atención, tanto, que me levanto de golpe y me paro frente a él.

"Una joven de veinticinco años es brutalmente asesinada, Madisson Thorne, fue encontrada a las afueras de la ciudad, la joven estaba amordazada, sus órganos fueron retirados de su cuerpo, además de haber sido golpeada con un objeto..."

La televisión se apagó, pero yo seguía congelada delante de ella.
Sentía el estómago arder, aquella chica... Las facciones mostradas en la fotografía, eran extrañamente parecidas a las mías.
Tenía el cabello por debajo de los hombros, sus ojos eran verdes iguales a los míos, su cara era redonda y con cachetes rosados.

—Gwenny...—Kannya habló, yo giré y la miré, aún sin saber que decir—Sé lo que estás pensando... Es... Sólo es una coincidencia.—ella se encoge de hombros.

—Es malditamente parecida a mí, Kan.—Digo, aún con el amargo recuerdo de, que aquella noche, yo pude haber muerto.

Y algo... En ese momento, por alguna razón, tocó una membrana de mi ser.

Yo debía recuperar mi vida, iba a hacerlo, costara lo que costara.

Sangre fría. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora