-02- Psicópata de mierda

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Si aquella escena era de por sí misma extraña a estas horas, imagínate la alarmante reacción de mi parte al escuchar el nombre que mencionó aquel hombre. No es que sea un entrometido, pero tampoco un completo indiferente, así que intenté visualizar mejor la cara de la muchacha. Es la misma rubia alta de ojos verdes que ayer se ofreció a ayudarme. Tiene un aspecto desastroso la verdad, su pelo totalmente desordenado y alrededor de sus ojos un color negro, el cual asumo será el maquillaje corrido. La ropa que vestía me confirmó que había pasado la noche fuera de casa, falda corta de cuero y una blusa con un escote pronunciado, tal vez fue a una fiesta.

-Vayamos dentro y pasemos otro rato-decía el hombre aprisionanándola entre sus brazos-.La vamos a pasar bien rico, anda Eli, vamos.

-¡¡¡Suéltame!!!-dijo Elizabeth, separándose de un halón-Acaso no te ves muy patético, no puede ser que tu madre no sepa la clase de hijo que tiene. ¡¡¡Eres REPUGNANTE!!!

Seguido escuché un golpe. Me puse de pie al ver como aquel tipo le había pegado a Elizabeth. Muda y con espanto, se llevó las manos al lado del rostro que ya se volvía morado del golpe.

-Psicópata de mie*** -soltó con claramente odio, y al instante el hombre le levanta el brazo para pegarle nuevamente, pero esta vez se lo impido.

Le agarro el puño y le tuerzo la muñeca girándolo hacia mí, para luego plantarle un puñetazo que le deja en el suelo sangrando la nariz. Creo que le he roto el tabique nasal.

-Pero qué carajos... -le oigo decir desde el suelo, mirándome con incertidumbre, y luego con ceño fruncido en busca de alguna explicación, mira a Elizabeth.
Ella abrió su boca para decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, la tomé del brazo y sin más, comencé a caminar.

★★★

-Oiga... -dice ella dspués del llevar un rato caminando, en silencio-, quería darle las gracias por lo que hiciste antes.

-Ni lo menciones, no podía quedarme quieto con lo que estaba viendo-caminaba con la cabeza en dirección a la acera, y me di cuenta de que nos tomábamos de la mano-. ¿Y tú... -suelto su mano, carraspeo- estás bien?

Se cubre la mejilla lastimada con su mano, mirándo el azfalto con las facciones del rostro contraidas. Apriento msi puños al recoradr la escena. Detesto en gran manera a esa clase de hombres que piensan que por ser más fuertes pueden tratar a golpes una mujer. Claramente allí pasó algo más pero no pienso preguntar, estaría fuera de lugar. Tampoco sé que decirle para consolarla o de algún modo aligerar el ambiente, nunca he sido bueno con las palabras, así que me limito a guardar silencio, para evitar incomodar con preguntas.

En unos minutos estamos frente a mi casa, mirando juntos hacia la de ella. Expectante a verla cruzar aquella puerta dorada estoy, pero no se mueve.

-No creo que pueda entrar en mi casa a estas horas y con esta fachada-dijo ella.

-¿Y qué piensas hacer?

Sus ojos viajan hasta mi casa y de regreso a mi. La obserrvo detenidamente, sus mejillas humedecidas por lágrimas; qué estará pensando...

-Acaso quieres... -señalo con el pulgar hacia mi casa.

-Si no le es mucha molestia... -dice asintiendo con la cabeza.

-Este...Hmm -me paso las manos por le cabello, un poco desordenado.

-No pienso molestarlo y solo será por un corto tiempo.

-Está bien, puedes pasarte un rato hasta que decidas qué hacer.

Luego de entrar, nos sentamos en el sofá. Yo estoy con mis codos apoyados en mis muslos y la taza entre mis manos; ella presiona con las rodillas su pecho y encima de estas sostiene el café. Su mirada parece ausente, su rostro inexpresivo; me inquieta su silencio, esperaba más lágrimas u odio, o venganza, pero no. Solo una chica de aspecto desastroso y con unas lagunas verdes aparentemente imperturbable.

Nathan & ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora