¿Y si quedamos como amigos?

Capítulo I (Pt.3)

El tío Tom me estaba esperando para llevarme a casa después de clase. Siempre se alegraba mucho de verme, aunque hiciera pocas horas que nos habíamos separado.
--¿Qué tal tu primer día? --me pregunto mientras me daba un gran abrazo.
--¡Bien! --le aseguré.
--Qué bueno.
Agarró mi mochila y echó a andar hacia el coche.

Allí al lado, Thomas se subía a una camioneta manejada por una mujer que debía ser su madre. Le dijo algo y ella comenzó a caminar hacia nosotros. Thomas la siguió poco convencido. Noté que se me hacía un nudo en el estómago. Siempre me pongo a la defensiva cuando tengo que presentar a Tom.
El tío Tom es una persona increíble y todo el mundo lo adora. Es simpático, extrovertido y el primero en echar una mano cuando hace falta. Pese a todo, nació con un defecto del habla y arrastra un poco las palabras. No sé muy bien cuál es el término exacto para definir su problema, pero no se le cierra del todo la garganta y a veces cuesta un poco entenderlo.
Cuando pregunté, de pequeña, que le pasaba al tío Tom, mi mamá me dejó muy claro que no le "pasaba nada", sencillamente hablaba de manera distinta a causa de un defecto de nacimiento. Yo me lo tomé al pie de la letra. Hace un par de años, regresaba a casa del parque cuando unos chicos me preguntaron qué tal le iba a mi "tío el retrasado". Yo le grité: "No es retrasado, sólo habla de un modo extraño". Entre a casa llorando y le conté a mi papá lo sucedido. Fue entonces cuando me informó de que Tom padecía una discapacidad mental. Mis papás pensaban que yo ya lo sabía. Sin embargo, ¿cómo iba a saberlo? Maneja, tiene un empleo y vive solo (en la casa de enfrente). Su vida es idéntica a la nuestra.

Contuve el aliento cuando la madre de Thomas se presentó, temiendo que, como muchas otras personas, metiera la para de algún modo.
--Hola, T/n, soy la madre de Thomas. Muchas gracias por haberlo Tratado tan bien. Es muy duro tener que trasladarse a otro continente y empezar de cero en una escuela nueva ---tenía el pelo del mismo color que Thomas, pero ella llevaba una cola de caballo a la altura de la coronilla. Vestía un pantalón de algodón y una sudadera, como si acabara de salir del gimnasio. Incluso sin maquillar, era guapísima.
--Mamá --gimió Thomas, temiendo que me contara su vida.
Ella se volteó hacia Tom.
--Y usted debe ser su padre.
El tío Tom le tomó la mano. Cuando la madre de Thomas se la estrechó, ví que se sobresaltó un poco.
--Su tío.
--Él es mi tío Tom --intervine.
--Mucho gusto.
Sonrió con calidez mientras mi tío y Thomas se estrechaban la mano a su vez. Me fijé para comprobar si Thomas titubeaba también, pero no lo hizo. Seguramente estaba más pendiente de arrastrar a su madre de vuelta hacia el auto.
De repente, me sorprendí a mí misma dando explicaciones.
--Es que mi papá a veces trabaja hasta muy tarde en su empresa de construcción, así que Tom sale un momento del almacén para llevarme a casa.
--Bueno, si alguna vez necesitas que te llevemos a tu casa o quieres quedarte en la nuestra hasta que tu padre o tu tío salgan del trabajo, estamos encantados de que vengas con nosotros.
No supe qué decir. Estaba acostumbrada a las buenas maneras de la gente del medio oeste, pero allí aquella mujer, recién llegada al pueblo y que acababa de conocerme, ofreciéndome su casa. Y lo hacía por pura amabilidad, no porque supera lo del accidente.
--¡Que bien! Los miércoles simpre se nos complican --dijo el tío Tom antes de que pudiera cerrarle la boca.
Por lo general, Tom trabajaba de las siete de la mañana a las dos de la tarde, así que era él quien me recogía de la escuela. Salvo los miércoles. Ese día tenía el turno de la tarde. El año pasado o bien me quedaba en la biblioteca o esperaba a que Emma o Millie terminaran sus respectivas clases extracurriculares.
La madre de Thomas no dudó ni un instante.
--¿Por qué no vienes a casa este miércoles? Si quieres, claro.
La eché una ojeada a Thomas, que me miró y articuló sin voz las últimas palabras de su madre: "Si quieres".
--¡Desde luego! --asintió el tío Tom.
--Le daré mi número por si el papá de T/n quiere ponerse en contacto conmigo, ¿de acuerdo?
Thomas señaló el pin de su mochila y enarcó las cejas con ademán risueño. Me vino a la cabeza la imagen de nosotros dos viendo juntos Buggy y Floyd.
--Sí --articulé a la vez.

Los dos adultos intercambiaron los números de teléfono. Mi yo destructivo pensaba que la madre de Thomas se estaba ofreciendo a ocupe ese de mí porque pensaba que mi tío no estaba en condiciones de cuidarme. Mi yo constructivo me dijo que aquella mujer también simpática sólo quería que su hijo hiciera amigos.
"Puede que lo haya dicho por lástima", dijo mi yo destructivo.
"No lo sabe", arguyó mi yo constructivo. Lo sucedido no se parecía a cuando alguien con quien tenías poca relación se interesaba por ti de repente, te ofrecía un hombro en el que llorar o te traía un guiso de algo que tu mamá jamás en la vida había cocinado.

El tío Tom y yo subimos al coche. Él siempre se aseguraba de que hubiera abrochado el cinturón antes de arrancar.
--¿Todo bien? --me mira fijamente.
--Sí --dije, aunque no sabía qué pensar de lo que acababa de suceder. No me gustaban los giros inesperados. A esas alturas de mi vida, había protagonizado más de los que me correspondían.
Tom parecía muy triste.
--A tu mamá le encantaba recogerte de la escuela.
Respondí con un asentamiento, como hacía casi siempre que alguien hablaba de ella.
Una lágrima rodó por la mejilla de Tom.
--Te pareces tanto a ella...
Me estaba acostumbrado a aquel comentario. Me encantaba parecerme a mi mamá. Tenía sus mismos ojos, grandes y color café, el rostro acorazonado y el cabellos ondulado color castaño que en verano se aclaraba y adquiría un tono rojizo.
Sin embargo, también era la chica del espejo, el recordatorio andante de cuándo había perdido.
Cerré los ojos, inspiré a fondo y me prometí a mí misma: "Dentro de quince minutos, estarás haciendo tarea de mate. Dentro de quince minutos, se te concederá una tregua. Sobrevive esos quince minutos y todo irá bien".