¿Puedes creer lo que hizo el crío?

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¡Obviamente se sentía frustrado!

¡¿Cómo era posible que Kakaroto no entendiera su necesidad de volar?!

¡Era un sayayin!

Y un sayayin... ¡amaba volar!

¡Era intrínseco a su naturaleza!... volar, comer, pelear, tener buen sexo....

Sí... bueno, ¡quizás los sayayines eran un poco básicos!

¿Acaso a el torpe de Kakaroto no se le había pasado por la cabeza que a lo mejor... tal vez... ¡¡¡ECHARA DE MENOS VOLAR DESPUÉS DE DOS MESES DE NO PODER HACERLO!!!?

Soltó un silencioso suspiro exasperado ante la infantil acusación de Kakaroto con Ráditz.

- ¿Su majestad? - lo saludó en tono dudoso el ex guardia real.

- Ráditz - se limitó a saludar él, evitando hablar del tema.

Decidió optar mejor por entrar a la cocina al percibir el agradable aroma del café recién hecho.

Por supuesto, los otros dos sayayines entraron detrás de él.

- ¡Tampoco deberías tomar tanto café! - le recriminó Gokú al verlo servirse una gran taza.

Vegeta rodó los ojos molesto, e hizo caso omiso de la observación de Kakaroto.

Estaba cada vez más incómodo con su sobreprotección.

¡¿Qué pretendía Kakakaroto?!... ¡¿acaso necesitaba su autorización para cada una de sus acciones?!

Si no detenía esto... ¡iba terminar pidiéndole permiso para respirar!

Aunque por otro lado, no deseaba tener esa complicada conversación frente a Ráditz...

- ¿Me estás ignorando Vegeta? - le increpó Kakaroto en tono molesto.

- Es suficiente Kakaroto... - murmuró Vegeta mientras le echaba una cucharada de azúcar a su café.

Sin duda estaba irritado, pero aún así, hizo un esfuerzo por no engancharse en una discusión.

Ráditz por supuesto detectó el inequívoco tono de advertencia del príncipe; pero Gokú, exaltado como estaba, no alcanzó a notarlo.

-¿Suficiente?... ¿suficiente de qué?... ¡¿te molesta que me preocupe por tí?!... - lo recriminó Gokú sin dejarse intimidar. 

- ¡¡Me molesta no poder tomarme una maldita taza de café sin tener que... - explotó Vegeta finalmente; pero inesperadamente se interrumpió a media frase.

Como si se hubiese tratado de una angustiosa toma en cámara lenta, Gokú  vió como la taza de café que el príncipe sostenía en su mano cayó para estrellarse en el piso y hacerse pedazos,  derramando su contenido.

En ese mismo instante, todas las cosas móviles en la cocina comenzaron a vibrar con violencia,  los platos y vasos dentro de los anaqueles sonaban escandalosamente, algunas de las puertas se abrieron y lo que estaba guardado comenzó a caer al piso estrepitosamente, los cristales temblaban en sus marcos metálicos.

Vegeta palideció mientras se encogía sobre sí mismo y se llevaba ambas manos al vientre de forma protectora.

- ¡Vegeta tienes que controlar tu ki! - exclamó Gokú con preocupación, su molestia se había disipado por completo.

A su lado, Ráditz no sabía bien cómo proceder...

Energía inestable.

- ¡Ese no es mi ki! - replicó el príncipe mientras se afianzaba con fuerza de la barra de la cocina con una de sus manos; un gesto de dolor atravesó su semblante.

Así no 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora