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Una fría brisa de viento lo recibió afuera del local, era una suerte que hoy contara con su paraguas, no se dio cuenta de cuando habia comenzado a llover fuertemente.
Abrió el paraguas y una vez cubierto, salió por el pequeño camino junto al jardín de flores, para poder ahora salir del callejón y regresar a las calles principales donde se encontraba su auto, pero se detuvo en seco a mitad del camino al escuchar pequeños y casi inaludibles ¿sollozos?, sí estaba seguro que lo eran, aunque el fuerte golpetéo de la lluvia chocando contra la acera no le permitiera oír bien, el contaba con unos oídos muy agudos que de vez en cuando les sacaba ventaja, por ello estaba seguro de que alguien se encontraba cerca llorando.

Un impulso irracional hizo que se dirigiera al lado contrario de la salida, curioso corrió hasta el fondo del callejón solo para detenerse y encontrarse con el pequeño ruebiecito de antes.
Este intentaba ahogar sus sollozos sentado en la acera abrazando sus rodillas, con su rostro intentando ocultarse entre ellas, y su suéter, pantalón y aquel gorro de lana, todos empapados, más el temblando friolento.

No supo porque pero escuchar sus lamentos provocó una pequeña punzada en su corazón, y automáticamente sin darse cuenta su mano ya se encontraba siendo estirada, con la sombrilla ahora protegiendo al pequeño de la fuerte lluvia.

-¿Qué sucede?- Se inclinó un poco hacia abajo preguntando.

El pelirubio asustado alzo rápidamente su cabecita para encontrar su mirada con los ojos profundos del chico de la pastelería. Al parecer este no se había dado cuenta por su llanto, de los minutos que el castaño lo estuvo protegiendo, no hasta que vió la sombrilla encima suyo y al castaño mojado de pies a cabeza.

-Y-yo... perdón!-Dijo parándose bruscamente, intentando recomponerse, pero fallando en el intento pues sus pies se debilitaron.

Ahogó un gritito, mientras sentía un brazo rodear de manera rápida sus hombros y sostenerlo antes de que cayera.

Alzó su cabeza y sus miradas se encontraron.

Luego de un minuto, el rubio bajó la mirada avergonzado y el castaño también salió de su trance después de quedarse hipnotizado con los ojos avellanas. Por fin bajo su mirada y observó como salían gotitas de sangre del tobillo del más bajo.

-T-tropeze y caí~- Susurró con lágrimas en los ojos.

El castaño lo sostuvo más fuerte, masajeando con su mano su hombro intentando calmarlo, y lo acercó aun más a el, tapándolo con la sombrilla, no importaba que las gotas de agua cayeran de manera ruda sobre su espalda.

No importaba.

De igual manera el ya estaba empapado, el era fuerte, pero talvez, talvez el rubio no, y no deseaba que pegara después un resfriado y enfermara, entonces intento cubrirlo tanto como fuera posible.

-¿Y t-tus padres?- Se sintió tonto por tartamudear, pero no lo culpen, tener al hermoso chico ojos avellana tan cerca de el lo tenía bastante nervioso.

-...No tengo- Dijo de manera suave pero con dolor en sus palabras, aunque un poco más tranquilo.
El deseaba desde hace mucho un abrazo y aquellos fuertes brazos que lo rodeaban lo hacian sentir extrañamente cálido y seguro.

-¿Donde vives?, te llevaré, no puedes quedarte en medio de la lluvia, se nota que durará toda la noche- Murmuró dando un vistazo a las nubes negras.

El pequeño pensó en talvez decirle que podía llevarlo a la pequeña casa donde antes vivía, pero ya no... esa ya no era su casa, en todas las horas que pasó solo en la pastelería, se habia dado cuenta de una sola cosa...

Lo habían abandonado.

Así sin más,
Sin ni siquiera una despedida.

El vivía con Jiyo, una chica bastante desagradable. Su madre habia muerto apenas el había nacido, debido a una enfermedad desconocida, y en aquel tiempo no tenia a nadie con el, (aunque también ahora) por lo que de mala gana ella lo habia recogido y llevado a vivir con ella. Después de todo Jiyo le habia tenido un mínimo porcentaje de aprecio a su madre.

_El Rubio de la Pastelería_ KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora