Ice Cream

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Una melodía provenía desde la calle, una muy característica cuando eres un niño, ya que, ¿quién no querría un helado en pleno verano?. Bueno para suerte de ellos ahí estaba el camión de helados. Ya rondaba por las seis pm cuando esa cancioncita volvió a sonar, generalmente el heladero no se quedaba hasta tan tarde, pero tal vez pudo haber hecho una excepción.

Entre todos los niños que había a horas de plena luz del sol, tan solo quedaban dos en las calles cada vez más oscuras. Dos pequeños de 6 años seguían jugando como si el tiempo no fuera a pasar nunca. En eso escucharon una voz proveniente de ese camión peculiar.

—Vengan niños, vengan. ¿Acaso no quieren un helado? —pronuncio una voz algo extraña desde el camión de helados. Ambos se miraron con algo de curiosidad. Sí, querían un helado, pero ninguno de los dos portaba el dinero suficiente para ello. Igualmente se acercaron para decirle su situación a la persona que se encontraba en él.

—Lo sentimos señor, pero no tenemos el dinero. Además, que falta poco para la cena— respondió la niña.

—Ah! Pero eso no es problema —respondió rápidamente, con una sonrisa que les dio algo de miedo. — al ser los dos únicos niños que quedan y mis últimos clientes les tengo un regalo especial, mis dos últimos helados de chocolate —mencionaba mientras se giraba hacia atrás sacando los susodichos helados. —tomen, no tengan miedo.

Ambos lo miraron con cierta desconfianza, pero a su amigo le duro muy poco tiempo, aceptando el helado y mientras le agradecía de por medio. Que podía esperar de él, si tenía el apetito de dos personas.

La niña volteo a mirar a su amigo quien comía con devoción aquel helado, algo temerosa acepto.

El señor entregó el helado con una sonrisa en el rostro. No era una sonrisa que   proyectara confianza, pero a su corta edad no era algo que supiera describir. Después de probarlo una y otra vez, el sabor empezó a ser un poco más fuerte, su cabeza lentamente empezó a girar más y más. Al voltearse para ver a su amigo comprendió que ambos sentían lo mismo.

Su entorno cada vez empezaba a ser más colorido. Los sonidos empezaban a bailar por sus oídos, ruidosos y distorsionados. Cuando intentaron hablar entre sí, percibieron cómo sus voces cada vez sonaban más extrañas, causando un torbellino de gracia, y comenzaron a reír a carcajadas. De sus bocas aparecían ríos de arcoíris, brillos y formas de colores entre otras cosas los cuales comenzaron a extasiarlos.

El cielo colorido como en una caricatura, animales parlantes que no recordaban haber visto ahí esa misma mañana, pero que por alguna razón era lógica su presencia en ese instante. Unicornios, montañas de chocolate, nubes de algodón de azúcar, mariposas gigantes con vestidos de princesa, perros vestidos de gala, flores que danzaban en sus macetas, animales de peluche de todos los tamaños, un pingüino color verde y violeta cubierto de pegatinas de corazones, barras de chocolate andantes que acompañaban a las paletas de helado bajo un fuerte sol de cebolla, todo y mucho más de lo que alguna vez habían creado con su inmensa imaginación.

Los árboles cantaban alegres en su más grande esplendor, sacando sus raíces de la tierra y empezando a bailar sin más con una melodía algo conocida, pero con una gran distorsión como para reconocerla. Las flores sacudían sus pétalos de una manera risueña anunciando la llegada de una nueva lluvia de colores.

Sus miradas fueron a parar en un gran roble que alargaba sus raíces hasta su dirección, algo asustados por la grandeza de aquel ser, retrocedieron y se abrazaron como en busca de apoyo. El árbol finalmente los levanto, desplazándolos así, por las inmensidades del cielo para finalmente subirlos a sus ramas y empezar un recorrido por aquella mágica tierra.

Un Tong metálico sonó en plena calle anunciando que el camión ya no vendería más de sus provisiones. Cerrado de puerta en puerta, ya estaba a punto de marcharse. Había dos conos de helado sin terminar en pleno asfalto de aquella insignificante calle.

Pero si los helados se encontraban ahí... ¿Dónde estaban los niños? Pues fácil, en un recorrido mágico acompañados de un roble parlante, cuando verdaderamente se encontraban dentro de un camión de helados, con un heladero apunto de acelerar a toda marcha. ¿Cuándo aceptaron la propuesta de tal viaje? En el preciso instante en que sus regordetes dedos, se encontraron con la galleta de los helados que serían su perdición. El auto de puertas coloridas empezó sin más a recorrer aquellas desoladas calles, aparentemente sin un rumbo en concreto, pero con un oscuro plan a sus espaldas.

Dos semanas habían pasado, los niños aun no salían de sus casas a jugar, porque los niños no habían regresado. Aquí y allá los buscaban por doquier, la policía, sus padres, todo el vecindario, pegando carteles de “Se Busca” y preguntando aun en sitios alejados de la zona. Los únicos indicios de su inesperada desaparición eran aquellos helados, ya bastante derretidos cuando los encontraron.

¿Qué les deparó a esos niños el futuro? Digamos que fue un largo viaje en su mundo de fantasías, con un final triste y siniestro.






























Hola~
Espero que estén bien :)
Esta es una historia que era para una tarea que me habían dado, pero considero que quedo muy bien para que se quede como un simple trabajo para la escuela jeje.
Espero y les guste <3

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