Capítulo 9

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IX

            El fuego.

            El olor quemaba su nariz y su espalda.

            Ya no podía aguantar el dolor sin gritar.

            Se levantó de la cama de un salto, mientras su pecho subía y bajaba a un ritmo desenfrenado, ayudando a sus pulmones a manejar la gran cantidad de aire que estaba exhalando. Todo había sido un sueño. La misma pesadilla de siempre, el mismo dolor en su espalda.

            Suspiró profundamente intentando calmarse, mientras se pasaba una de las manos por su cabeza. Los rayos de sol entraban tímidamente por los espacios de la persiana, iluminando su habitación de manera tenue, y recordándole que otro día había empezado.

            Entre las sabanas buscó su teléfono, encontrándolo casi al borde de la cama. Al encender la pantalla pudo ver la hora.

            “Mierda” pronunció por lo bajo, mientras se levantaba rápidamente de la cama y se dirigía a la ducha. Se había quedado dormida, y si no se apresuraba llegaría tarde a la primera clase. Estaba tan cansada el día anterior con todo el entrenamiento y las clases que ni siquiera se preocupó por arreglar su morral al llegar a casa, sino que se conformó con dejarlo en la entrada de la habitación mientras se quitaba los zapatos, para luego lanzarse en la cama completamente exhausta.

            Su cansancio era tan grande que incluso Christian había desistido de entrenar hoy para dejarla descansar, pero aprovecharía el final de las clases para regresar a casa temprano y dormir un poco más.

            Agotada. Completamente agotada. Sin duda no la tenía fácil.

            Hizo acopio de su minúscula fuerza de voluntad y salió como un rayo del baño, vistiéndose de manera apresurada y tomando su mochila. Bajo corriendo las escaleras y salió de su casa, cerrando la puerta tras de sí. Cuando se disponía a caminar a la parada de autobuses alguien le hizo señas desde un auto.

            Sarah volteó a mirar cuando escuchó que alguien decía su nombre en voz alta. André la saludó con una sonrisa, recostada del capo del Toyota Corolla gris de su madre, mientras le hacía señas a Sarah para que se acercara.

- ¿Desde cuándo estás allí afuera? – preguntó Sarah extrañada, mientras se acercaba a André.

- Solo pasaba por allí, y sabiendo que aún no tienes bici me preguntaba si querías un aventón al instituto – contestó rápidamente André, mirándola sinceramente.- ¿Vienes?

- Claro – afirmó Sarah sonriendo, mientras daba la vuelta y se dirigía al asiento de copiloto.

            Unas notas de indie pop salían del reproductor del auto, mientras André manejaba de manera pausada por las calles, en dirección al instituto. André apenas estaba aprendiendo a manejar, pero, por lo que podía ver Sarah, había mejorado mucho desde que empezó a tomar el auto.

- Nada mal. Ahora si sabes cómo frenar – comentó Sarah aguantando la risa.

- Venga, dentro de un par de meses seré una piloto. No lo puedes negar. – replicó André riendo suavemente.

- ¿Qué tal la novia? – preguntó Sarah.

- Bien. Lo normal. Es una chica tranquila, así que creo que puede salir algo bueno de allí. ¿Y tú? – Inquirió André endureciendo la voz - ¿Qué tal el chico rubio?

            Sarah miró a André anonadada. ¿El chico rubio? Es decir, André pensaba que ella estaba saliendo ¿Con Christian?. Eso era tan absurdo que pensó en reírse, pero conociendo el humor de André era mejor ni intentarlo.

- ¿El chico rubio? Debes ir de broma – contestó Sarah negando con la cabeza incrédula.

- ¿Por qué no? Te la pasas todo el tiempo con él. Los chicos te han visto.

- Y los chicos saben que el primer requisito para que alguien me interese es que tenga una vagina.

- No lo sé – contestó André, visiblemente enojada – Siempre andas con él. Si no es tu novio entonces ¿Quién es ese tipo?

- Es un primo – mintió Sarah rápidamente – Un primo lejano de Londres – incluyó Sarah, agrandando la mentira. – Perdimos el contacto durante mucho tiempo y cuando se enteró de la muerte de mis padres no dudo en venir a acompañarme.

- ¿De Londres vino hasta acá a acompañarte? – preguntó escéptica André.

- Si, es que es un trotamundos ¿Sabes? – Contestó nerviosa Sarah – Siempre anda de un lado a otro. Cuando decidió venir estaba en Suecia.

- Está bien – comentó André de manera suspicaz

- ¿Estás celosa? – inquirió hábilmente Sarah, intentando desviar la atención de André.

- ¿Celosa yo? – preguntó a modo de respuesta André.

- Si, definitivamente estás celosa – afirmó Sarah, satisfecha de haber logrado su objetivo.

- No estoy celosa. Nosotras solo somos amigas y además, yo tengo novia.

- ¿Entonces porque te preocupa que ande con un chico si sabes que yo con los niños nada que ver? Andas medio paranoica – recriminó Sarah sonriendo.

- No tientes tu suerte – dijo André, relajando su expresión y dedicándole una sonrisa – Es que andas alejada de nosotros y bueno, pensábamos que quizá era porque querías andar con tipos ahora o algo así loco. Deberías de salir más seguido con nosotros, como antes. El día del cine saliste prácticamente corriendo de allí,

- No la he tenido fácil con las clases – comentó Sarah, intentando excusarse – Cuando estemos de vacaciones seguro saldré más con ustedes por allí.

- Más te vale, mira que sin ti en el grupo las cosas no son tan di…

- ¡Detente André! – exclamó exaltada Sarah.

            Un tipo con mala pinta se había atravesado en la vía, y se había puesto justo en frente del auto, que frenó emitiendo un chirrido. Sarah lo podía ver en sus ojos. El era un ethereal, y no andaba solo.

            Cuando miró hacia los lados se dio cuenta de que dos ethereals más se acercaban en dirección al auto, con bates de metal en la mano, los cuales no dudaron en usar para golpear el capó del auto.

- ¿¡Pero qué demonios haces!? – exclamó André tomando la manija de la puerta del auto.

- ¡No André! – le gritó Sarah mientras la tomaba por la mano - ¡No salgas! ¡Es demasiado peligroso!

            Sarah podía jurar que había perdido todo el color. Tenía miedo. Era muy diferente que la buscaran a ella para asesinarla, o para cualquier ritual absurdo, pero no podía permitir que se metieran con los seres que ella quería, o mejor dicho, con los seres que no podían defenderse.

            Y tampoco podía salir y luchar contra ellos. Eran demasiados para ella sola, y estaban armados.

            Luego de lo que pareció una eternidad, uno de los ethereals rompió el retrovisor del lado de André y le hizo señas a los otros para que los siguieran, alejándose corriendo por la avenida y dejando a un montón de curiosos acercándose para ver si los ocupantes estaban bien.

- Mi mamá va a matarme – dijo André sollozando, mientras dejaba reposar su cabeza en el volante.

            “Mierda”, pensó Sarah por segunda vez en el día, al darse cuenta de que no la tendría fácil cuándo le tocara explicar lo que había pasado.

Ethereal. - El ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora