Capítulo I

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El agua salió disparada por todas partes, engullendo todo a su paso. Los soldados y demás civiles huían soltando exclamaciones, aferrándose a su afán de sobrevivir. Sin embargo, un único soldado permanecía quieto. Casi tenía encima el apocalípsis acuático, pues estaba abrumado por el cansancio.

Había puesto todo su ímpetu en salvar a los demás, y ahora, cuando las necesitaba, las fuerzas le fallaban. Todo su cuerpo ardía por el dolor de tantas heridas. Las vendas estaban arrugadas y medio caídas.

El guerrero, veía derrotado su alrededor. No es que estuviera poniéndose a favor de la muerte, solo... estaba demasiado cansado para siquiera captar la magnitud de las circunstancias en las que se encontraba.

El sonido de los rugidos del agua chocando contra las rocas y la tierra dura vibraba en sus oídos, pero en realidad no podía escuchar nada. Sus sentidos estaban nublados y poco a poco sus piernas desfallecian, su visión se ennegrecia... Estaba a punto de perder contacto con la realidad, cuando una voz le hizo regresar.

—¡Hak!—Gritó Yona con todas sus fuerzas, haciéndole consciente de la realidad. Giró con violencia sobre sus talones, buscándola con desesperación.

—¡Hak, huye, rápido! —gritó ella entre lágrimas, corriendo en su dirección. Sin embargo, unos brazos fuertes la envolvieron, reteniéndola en un lugar alto donde estaría a salvo —¡No, sueltáme! ¡Hak está en peligro! ¡Haaaak!

No supo ni tuvo interés en saber quién era la persona que la ataba. Su mente y sus ojos apenas captaban la figura de Hak, el que la miró con una expresión tranquila, y dijo algo que ella no pudo escuchar.

Eso fue antes de que las fuertes olas lo engulleran, y Yona soltó un grito con todas sus fuerzas, horrorizada.

—¡HAK!

Las lágrimas saltaron con violencia por la brusquedad de su tono y agitación.

—¿Yona?

Una cálida voz la alcanzó, a lo que ella sonrió con profundo alivio, antes de comprobar que se había equivocado al suponer que era Hak, mostrando decepción. Pero poco duró esa expresión, pues al reconocer aquel rostro sus ojos se abrieron atónitos.

El rey II la miraba con genuina preocupación, con una mano sobre uno de sus hombros temblorosos.

—¿Papá?

Yona parpadeó, buscando aclararse. Volteó la cabeza varias veces. Reconoció aquella habitación. Estaba en palacio, su padre estaba vivo, junto a ella y... su larga cabellera roja se reflejaba en un espejo de pie que tenía a su lado izquierdo.

Se llevó las manos a las mejillas asustada, era... Era igual que hace algunos meses: Ella de pie preparándose para la llegada de Soo Won con entusiasmo, y su padre informándole que no tenía importancia su inasistencia en la nueva proclamación del reino. Min-Soo la observaba extrañado, hace unos segundos ella arreglaba su cabello con esmero, y ahora... Estaba tan pálida que parecía que iba a vomitar.

—¡Yona! ¿Estás enferma? ¿Quieres que llame al médico?— su padre la sujetó de los hombros y el contacto la hizo estremecer, se sentía demasiado real como para ser un sueño.

Las doncellas la miraron con genuina preocupación, se le hizo incluso extraño que mostraran una emoción ante ella, cuando siempre actuaban como estatuas que solo asentían a sus pedidos y bajo las órdenes del rey Il.

—Padre...

—¿Si, hija?— Il la miró preocupado, algo temeroso de la actitud de su hija.

Cuando pudo reaccionar, ya las lágrimas estaban bajando por sus mejillas, y antes de que pudieran decirle algo, abrazó a su padre con todas sus fuerzas, estallando.

Akatsuki no Yona ~ Un Cielo distintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora