Abrió la puerta y detrás de ella estaba un chico un poco más alto que él, es pelinegro de puntas blancas, ojos grises amenazantes, una mueca en su labios pálidos, el chico le fulminaba con la mirada, demostrando despreció pero muy en sus adentros se perdió en los ojos luceros del albino, y a su lado estaba Dazai con hombros alzados.
—¿Se puede saber que hace un pulgoso aquí?—Interrogó el pelinegro al pobre Atsushi aún somnoliento.
«Que linda forma de decir buenos días.»
—Emm—Bostezó despertando un poco más y mirar de mejor forma al chico ante él.—Perdone, solo buscaba un lugar donde pasar la noche, y Dazai-san muy gentil me dejó quedarme por está noche, si quiere me puedo ir ahora —Habló con una ligera sonrisa, el pelinegro dirigió su mirada crítica a la corona de flores que aún estaba en la cabeza del menor pero está vez con algunas flores sin pétalos, otras marchitas, un desastre, pero de alguna forma le quedaba bien, mientras por la ventana entraba los rayos de sol dando un toque fantástico y para el pelinegro una vista angelical.
Su corazón dió latidos con velocidad ante el albino, sin tener idea de lo que le pasaba, se sentía atraído ante aquella persona delante de él, que como él lo ve, es un ángel.
—¿Tu nombre?— Preguntó olvidando que hace unos minutos estaba echo furia por tenerlo aquí.
—Atsushi Nakajima, un gusto— Extendió su brazo para que el contrario aceptara su mano.
—Akutagawa Ryunosuke... el gusto es todo mío— Estrecho su mano con la contaría.
El toque de la mano contrario le sonrojó, hace varios años no sentía el calor de alguien más.
Atrás les miraba Dazai con una amplia sonrisa pícara.
Akutagawa perdido en la belleza del albino ante aquel amanecer, olvidó todo el peligro.
—Puedes quedarte lo que quieras— Se alejó del menor.—Aún es temprano puedes descansar, y perdona por despertarte de esa forma— Dijo apenado, aun que en su rostro no se reflejó.
Atsushi sonrió amplió tal vez se quedaría un tiempo más de lo planeado por la mente, pero está decisión la tomó su corazón.
Se despidió del pelinegro y del castaño diciendo que bajaría en un momento por no tener sueño. Cerró la puerta, vió que el sol estaba asomado por el horizonte fue al balcón, estaba impresionado, con una gran sonrisa y sus ojos hetero cromáticos con pequeños brillitos observaba el amanecer.
Se acordó de tantas veces que se quedó con Chuuya hasta el amanecer, hablando o jugando, pero lo que más añonara, son todas esas veces que durmieron juntos abrazados y acurrucados por el frío o solo por el gusto de sentir al otro a su lado.
«Que ganas de tenerte a mi lado Chuu.» Pensó Atsushi.
Por su rostro ya no reflejaba alegría, solo nostalgia. Recordar a Chuuya a sido caer en cuenta que aún que admirara el bello amanecer y se quedará en el castillo para verlos, él ya tenía su hogar junto a su familia. Estaba decidido, se iría al caer el sol, le daría tiempo suficiente para agradecer a Akutagawa y a Dazai por dejarlo quedarse.
Se acercó al estanque y verificó que el agua no estuviera sucia, al ver que no, se lavo la cara, en la cristalina agua se reflejó a él, pero no era él, vestía de una manera que desconocía, apunto de tocar el agua con la punta de su dedo índice, un gruñido de su estómago le impidió el acto, dejó entre el agua las flores algunas ya marchitas, flotando como nubes. Sonrió y se marchó en caminó a la cocina.
Abrió la puerta y camino por el pasillo, derrepente le tocaron el hombro pegó un brinco y un grito ahogado, se dió la vuelta rápidamente y se alivió a darse cuenta que era Dazai.