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Las mariposas son bellas y llenas de inocencia. Pero, las mariposas blancas manchadas de carmesí, ¿también son inocentes?

La mujer con elegancia dió un  chasquido, y las mariposas de a poco iban dejando con su luz un camino al bosque. Donde ambos se adentraron siguiendo la luz.

Llegaron a una madriguera de conejo bastante grande, Yosano sonrió al albino y se alejo unos pasos, quedando en un arbusto de dulces con relleno de chocolate, tomó varios y se acercó al albino.

Y le extendió algunos al albino.

—Su sabor es dulce pero no empalagoso, y por un momento te deja ver y te hace sentir estar en el lugar que más deseas—Comentó Yosano sonriente.

El albino miró detenidamente el dulce y lo guardo sonriéndole y dándole las gracias. Atsushi observó el cielo con preocupación.

Yosano supo su preocupación.

—No te preocupes, llegaremos antes del amanecer, el tiempo es diferente en cada lugar—Sonrió calmada.

Luego de un momento de silencio que el albino observó con miedo aquel agüero.

—¿Qué cree que me dirá?—Hizo notar su miedo.

—Es mejor ir y así lo sabrás—Respondió.

—Tengo miedo—.

—Lo sé, pero el miedo hay que afrontarlo en vez de vivir una vida con aquel arrepentimiento—.

Atsushi con ojos cristalizados, suspiró y tomó aquel riesgo de saltar sin saber a donde ira a parar. Yosano sonrió cálidamente.

—Se parece a ella..—Susurro con cariño antes de saltar.

La madriguera lo llevo a otra parte del bosque, lo curioso es que era de día, y que Yosano ya estuviera levantada y perfecta, mientras que Atsushi había caído de cara contra el pasto, y con el cabello todo revuelto.

Río leve la mujer.

—Aquí es—Sonrió nostálgica, observando al frente, allí estaba un gran y grueso sauce llorón y al medio una puerta de color verde pantano, y detrás no había nada más que más árboles.

—¿Aquí?—Preguntó confundido.

—Sí, es una biblioteca—Le sonrió—Vamos, Atsushi, él nos debe esperar.

Aún confundido se acercó aquella puerta, mientras que Yosano la abría, hubo un destello de luz.

Y después pudo observar una gran biblioteca, los libros algunos flotaban, las grandes pinturas que estaban en las paredes se movían, las medianas esculturas que habían se movían haciendo gestos. Los ojitos del menor se iluminaron al ver tal hermosura y fantasía, ese lugar era un sueño soñado para cualquier lector y escritor.

Asombrado miró a Yosano, quien le miraba con cariño.

—Aquí solíamos venir, y ahora es el lugar de trabajo de él—Dijo caminando recto y bajo todos esos libros que flotaban.

Atsushi vió entre los estantes a un figura alta de vestimenta oscura y de cabello morado oscuro. Lo dejó pasar y siguió a la mujer.

—Vaya que se atrasaron—Dijo una ajena voz.

Era un chico, de pelo negro cual chocolate amargo, los ojos los cuales tenía abiertos de esmeraldas, de vestimenta peculiar de color café, y estaba con unos dulces en una gran mesa llena de pociones.

—Pero si no has cambiado nada, Ranpo—Dijo divertida la mujer.

—Ya sabes, lo mejor nunca cambia—Respondió del mismo modo.

Pinku [Shin Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora