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Siendo lo más positivo que podía, cambió el destino inicial, ahora iría al parque que frecuentaba de adolescente. Si corría con suerte podría encontrarse con algún viejo amigo; cambiar de ambiente para olvidar el desastre en su cabeza era lo que más deseaba en ese momento.

A unos cuantos metros del parque, logró visualizar que pequeños grupos de personas se divertían. Una sonrisa adornó su rostro al percatarse de las llamativas y bien conocidas patinetas que volaban y azotaban contra el piso: eran sus amigos. Aumentó ligeramente la velocidad en que se movía. Ver a sus amigos y recordar lo mucho que se divertían era el toque felicidad, tranquilidad y diversión que requería.

De pronto todos se encontraban sentados platicando sobre un tema que, a juzgar por lo entretenidos que estaban, era de importancia, quizá algo sobre skate o una anécdota divertida de la escuela. Quería sorprenderlos, pero el menor de los tres logró verlo a la distancia y sin dudar salió corriendo en dirección a Kaoru mientras gritaba el nombre de este.

Se bajó rápidamente de su patineta, tomándola con su mano izquierda. "Hola, Miya", sonrió saludando a la par en que su brazo libre rodeaba el pequeño cuerpo del niño, dándole un sutil apretón contra su torso. Caminaron torpemente pues el niño se negaba a soltarle de la cintura. "Reki, Langa, ¿qué hay?", dijo una vez se acercaron a los mencionados, extendió su brazo derecho formando un puño con su mano para chocar este con el de los chicos al mencionar sus respectivos nombres.

— ¿Qué te trae por aquí? Hace tiempo que no te veíamos. — Dijo el de cabellos rojos.

— ¿La universidad te mantiene muy ocupado? Tampoco te hemos visto en S. — El niño de cabellos negros y mirada felina levantó un poco su cabeza para centrar su atención en Kaoru obligando a este último a optar una posición cabizbaja.

— Me sigo preguntando como es que sus padres los dejan asistir a S, son demasiado pequeños para ese ambiente. Más tú, Miya. — Tampoco es como que fuesen los mejores niños del mundo, pero eran solo eso, niños.

— Mamá te conoce y a Adam también, dijo que confía en ustedes y si me pasa algo los golpeará. — Dicho esto, los brazos del niño caían a los costados de su propio cuerpo, se alejó un par de pasos para poder sentarse en la banca.

— Mamá sabe que eres responsable, te conoce hace años, sabe que no me pasará nada si estoy contigo, además conoce a tu mamá y siempre dice que puede acusarte con ella. — El de cabellos rojos tomó la palabra, hablando con tanta naturalidad que dolía el solo pensar el peso de responsabilidad que caía sobre los hombros de Kaoru.

— Mi mamá confía en lo que la mamá de Reki diga. — El joven extranjero se encogió de hombros. No quedaba de otra pues, después de todo, Reki era el único más cercano a su persona.

— Sí... mala idea. En fin, ¿competimos en las rampas? Quien se mantenga menos tiempo en el aire, compra helados dobles para todos. — Sabía que era una apuesta atractiva para los pequeños demonios competidores que eran sus amigos, pero sin duda alguna se llevaría quejas de estos y verlos protestar era su pasatiempo preferido.

— ¡No es justo! El dinero que recibo de mis padres es poco, ¡tendré que juntar lo de todo un mes! — Miya a pesar de ser de las personas con mayor entrenamiento formal de los presentes, fue el primero en protestar. Era gracioso verlo de ese modo. Tan lindo.

— El gerente Oka aún no nos paga, aún si juntamos lo que nos da es imposible que alcance para todos. — Se quejó el joven con la banda en su cabeza y de inmediato el de cabello celeste asintió frunciendo el entrecejo para demostrar su inconformidad.

— Ya, ya, dejen de quejarse y vayamos. — Ordenó el mayor de todos. Dejó caer su patineta y de inmediato se subió para transportarse al lugar de las rampas. Los menores no tardaron en seguirlo.

𝟲,𝟭𝟳𝟮 𝗺𝗶𝗹𝗹𝗮𝘀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora