N.U. || La familia Sano, en esa família concurrieron muchas desgracias. A pesar de todas esas la familia afrontó todo con la frente en alto.
Sano Manjiro, habia perdido a sus tres hermanos, su poca cordura colgaba de un hilo, ¿Quienes tenían ese hil...
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Izana observa a su hermana dormiendo en su cama, completamente relajada, no puede evitar pensar que si todas las mañanas fueran asi su vida seria alegría pura. Su pequeña hermana y él.
Sonrie ante el pensamiento y va a la cocina a preparar el desayuno, sabía que Yukio no era muy buena en la cocina.
Mientras prepara la comida para ambos, una gran curiosidad lo invadió, ¿Y ahora qué será de Yukio? ¿Volvera con ellos?
No quiere eso, no. Era el egoísta más grande del mundo según él, pero no podía dejar que su única hermana se marche de su lado, prefiriendo a aquellas personas.
¿Por que no pudieron tener una vida normal?
Los tres jugando en la nieve cuando esta llegara, ir y volver de la escuela juntos, él protegiendolas de todo. De pronto se da cuenta de lo que pensó... "Los tres".... Emma, su otra hermana. Agita la cabeza diciéndole adiós a esos pensamientos, debía concentrarse en la trágica vida que les tocó.
Una vez que el desayuno estuviera listo fue en busca de Yukio, quien abrazaba una almohada hecha bolita, se enternece por la escena que se encontró.
Izana se acerca a ella y la mueve suavemente, despertandola.
─¿Ah...? ¿Izana? ─murmura Yukio aún medio dormida, el lado de su cara con marcas rojas.
El solo se ríe.
─Buenos días, vamos a desayunar ─dice con una sonrisa dulce, a lo que Yukio se despierta con la palabra "desayunar", su estómago rugia desde anoche al no cenar como le había ofrecido su hermano.
Pero no trajo un cepillo...
─Ve al baño, allí encontrarás algunas cosas ─pero al parecer Izana ya se había adelantado. El joven tenía eso listo por si su hermana llegará a su hogar de golpe, justo como la ocasión del otro día.
─Gracias, ya vuelvo.
Izana vio a su hermana correr hacia el baño.
Podría acostumbrarse a eso todos los días.
Yukio exhalo al degustar la comida preparada por su hermano, quien la miraba atentamente esperando una buena reacción.
─¡Esta riquísimo! ─exclamó, y al segundo siguiente metió una gran carga en la boca.
Izana sonrio y siguió comiendo tranquilamente a diferencia de Yukio.
La curiosidad le picaba a Izana, necesitaba preguntar que haría. Pero no quería arruinar el agradable momento familiar.
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