Olas de Sabiduría:

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Poseidón no estaba precisamente encantado al enterarse de que su contraparte sería el siguiente dios en combatir. Entre otros motivos, tenía la impresión de que, si el Zeus del otro universo era un pequeño anciano arrugado como una pasa, el dios de los mares, hermano mayor del antes mencionado, estaría del todo podrido.

Además, ¿cuál sería su personalidad? ¿Una exageración con sobredosis de cafeína como Zeus? ¿Un giro de ciento ochenta grados como Hermes? ¿O quizá sería simplemente distinto, como Thor?

Con un nuevo fogonazo de luz divina, tres figuras hicieron acto de aparición.

Quedó claro al instante quien era Poseidón, no por ningún rasgo físico reconocible, sino por los motivos marinos en su indumentaria y el enorme tridente que cargaba consigo. Joven, atlético, mirada fría, distante y altanera, cabellera rubia y ondulada, con gélidos ojos azules desprovistos de alma.

Junto a él, llegó un anciano de larga cabellera y extravagantes ropas coloridas que cargaba consigo un largo sable a la espalda. El último, era un hombre alto, de extraño aspecto, cabellera rojiza en punta, piel verdosa y marcas negras sobre el cuerpo.

Hermes S alzó una ceja, intrigado. Su hermano, por el contrario, obedeció a su instinto y retrocedió en busca de refugió.

—¿Cómo...?

—¡¿Dónde demonios se supone que estoy?!—exigió saber el tercer de los recién llegados, blandiendo una guadaña de forma amenazante.

Poseidón S, aunque un tanto disgustado por la presencia de este ultimo, estudió el recinto hasta dar con Hermes S, quien inclinó la cabeza en respetuosa reverencia.

—Bienvenido, señor Poseidón.

El tirano de los mares se dirigió a su sobrino, siempre de modo impersonal, pero igualmente necesitado de respuestas.

—¿Qué lugar es este?—exigió saber.

Caos dio un paso al frente, exhalando resignado.

—Comienza a hacerse cansado esta presentación—respiró profundamente antes de empezar a explicarse con celeridad—. Soy Caos, el vacío primigenio, y ustedes se encuentran ahora en el Olimpo, en un universo distinto al suyo, y están aquí para ser testigos del que será el tercer combate del Ragnarök, la batalla final entre dios y el hombre.

Tras asimilar las palabras del creador, aún algo descolocado pero sin permitir que aquello lo inmutase, el soberano de los mares volvió su mirada hacia el trono que se alzaba a la derecha de quien asumía era Zeus. Su contraparte le miraba con similar intensidad, sus ojos verdes bramando internamente como fieros huracanes, vestido como un hombre del común, bermudas, sandalias y camisa de playa. Sólo su propio tridente, así como aquellos rasgos similares en apariencia al de las viejas estatuas que los humanos erguían en la Grecia clásica, le daban a entender su identidad.

Agobiada por la tensión que el duelo de miradas entre ambas deidades marinas ejercía sobre el salón, Afrodita tosió para llamar la atención:

—Nos queda claro que el pescado sabroso es Poseidón—señaló—. ¿Quién es el resto?

El hombre de piel verdosa dio un paso al frente con su guadaña en alto. Hades, desde su trono, apretó los puños y rezó en silencio por qué no se tratase de su contraparte. Esta vez tuvo suerte.

—¡Mi nombre es Adamas, de los Trece Dioses del Olimpo!—anunció el recién llegado—. ¡Señor y amo de la conquista!

Un incómodo silencio se apoderó de la habitación.

Hermes ladeó la cabeza.

—¿Y ese quién poronga es?

Apolo se rascó la cabeza.

Percy Jackson, Heroes del Olimpo, reaccionando a Record of RagnarokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora