CAPÍTULO 1

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-No deberías casarte -dijo Júlia-, dudo que estés enamorada de Josep.

Cada miércoles, Arlet, Júlia y yo tomábamos tres cafés con leche totalmente distintos en la cafetería de mi madre. Júlia pedía siempre un café con leche corto de café, Arlet un café descafeinado con leche sin lactosa y yo un café con leche normal.

Lo que teníamos un común, tanto en nuestra amistad como en nuestros gustos cafeteros, era la cafetería en la que nos habíamos conocido cuatro años atrás. Por aquel entonces, Júlia y yo ya éramos amigas y Arlet era una chica que Carlos estaba conociendo. Nos la presentó como algo sin etiquetas, pero hacían cosas de pareja, como salir a cenar, quedar con amigos, conocer a los padres del otro... A Arlet no le caímos muy bien, porque decía que éramos peculiares. A mí siempre me gustó ese insulto, supongo que con el tiempo le acabé cogiendo cariño, porque peculiar es un adjetivo que diría Arlet con una copa de vino blanco en la mano, atusándose el pelo, mientras ponía esa cara de rancia interesante de la que tanto nos reíamos.

Lo cierto es que Arlet también era peculiar, aunque no quisiera reconocerlo. Su vida no había sido precisamente fácil, y era de ese tipo de personas que lo usan a su favor. Cuando las cosas no salían como quería, culpabilizaba a sus padres, que eran un matrimonio conservador y con ideas anticuadas que le habían proporcionado una visión del mundo frívola y manipuladora, donde el dinero lo controlaba absolutamente todo. Arlet era la pequeña de cuatro hermanos que, a diferencia de ella, habían conseguido los tres hitos a los que, según sus padres, aspiramos todos los seres humanos: salud, dinero y amor. Arlet, en cambio, iba dando bandazos, pero eso no lo descubrías hasta el final, cuando ya te habías creído que era una persona organizada, trabajadora y exitosa, cuya única preocupación consistía en ir a la peluquería cada viernes a ondularse el pelo. Porque sí, le preocupaba en exceso lo que pudieran pensar de ella: vivía por y para los demás. Nadie conocía a la verdadera Arlet, solo con nosotras era capaz de colgar la careta de mujer perfecta en el perchero y mostrarse vulnerable. Cuando Arlet decidió dejar a Marc, su ex después de Carlos, quienes la cuidamos -y por cuidar me refiero a meterla en la ducha y limpiarle los mocos- fuimos nosotras. Fue en ese momento cuando descubrimos que sabíamos qué le pasaba antes de que nos lo dijera, y que percibíamos sus nervios solo con que modulara un poco la voz. Ella era muy sutil; nosotras, muy observadoras.

Desde hacía unos meses, todo se había complicado ligeramente: Arlet se iba a casar con Josep. Se habían conocido en Adopta un tío, una aplicación que a mí me causaba especialmente simpatía. Que Arlet hubiera adoptado a Josep no nos sorprendió en absoluto, porque cada semana adoptaba a uno diferente y cada semana, obviamente, se despedía de él. Arlet había cambiado desde que no estaba con Marc, se había transformado en una persona totalmente diferente, había abandonado, incluso, su faceta de víctima de las circunstancias -una faceta que le apasionaba-, y había empezado a ir a terapia con mi psicóloga, porque siempre hablé muy bien de Alba y porque Alba, seamos claros y justos, te decía la verdad aunque doliera y era de ese tipo de personas que también te llamaban peculiar. Júlia y yo pensamos que todos estos cambios la habían convertido en alguien mejor y nos encantaba la nueva Arlet, pero en el fondo sabíamos que sus afanes por conocer a tíos no eran meramente sexuales, sino algo todavía peor: románticos. Arlet quería enamorarse para olvidar a Marc y eso, todos lo sabemos, nunca sale bien.

Así es como, un buen día, quedó con Josep y nosotras creímos que sería uno más. A los dos días -literal, jamás diría esto metafóricamente- se había borrado el perfil de la aplicación y, en su foto de WhatsApp, aparecían muy sonrientes agarrándose de las manos. Esa foto también la subió a Instagram y todos los del pueblo la vieron y comentaron que qué suerte, Arlet, qué feliz se te ve, cómo nos alegramos por ti, y Júlia nos dijo, enfadada, que estaba harta de que los demás percibieran tu felicidad cuando estabas en pareja y nunca cuando disfrutabas de la vida sola.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2021 ⏰

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Ayer nos perseguían la luna y el fríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora