II

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Cuando abrió los ojos, lo primero en notar fueron unos patrones intricados de diseño en el techo sobre él. Parpadeó, tratando de acostumbrarse al ambiente medio lúgubre de la habitación. Alzó su mano y la utilizó para frotar su ojo izquierdo, quitando los últimos rastros de sueño. Sentía su cuerpo pesado y algo lento.

En el momento en que se incorporó escuchó el ruido de la puerta al abrirse, motivo por el cual, su cabeza se disparó en esa dirección. La postura defensiva y alerta lo abandonó en el instante en que notó de quién se trataba.

Su Alteza Real estaba frente a él.

Xie Lian se quedó estático con la charola de comida que llevaba en manos. Tuvo que contenerse para no dejarla caer en cuanto entró y vio al fantasma de rojo despierto y mirándolo con asombro. Tanto o igual de extrañado que él.

—Despertaste —habló el príncipe, la sorpresa notoria en su voz.

—Su Alteza —respondió Hua Cheng, retirando las sábanas que lo cubrían para ponerse en pie. No debía ser irrespetuoso con él.

—No, no, no, está bien, no tienes que levantarte —Xie Lian se apresuró a su lado, sujetándolo por el codo antes de que el contrario pudiera arrodillarse en el sitio. Hua Cheng lo miró, sin saber qué decir. El dios se adelantó a él, aclarando: —Tu energía es baja, es mejor si no te sobre esfuerzas. Debes descansar.

Lo empujó de nuevo hacia la cama, de manera que quedara sentado sobre el borde. Después, depositó la bandeja en la mesita a su lado y se acomodó sobre la silla que usó para vigilar el sueño de su invitado en los últimos días.

El Rey Fantasma parecía no saber qué hacer a continuación con tales tratos.

—Oh, sí, te traje algo de comida —anunció Xie Lian, recuperando un tazón de arroz de la charola —. Tal vez no sea muy bueno, pero pensé que podría ayudarte una vez que despertaras y... ¡no tienes que comerlo si no quieres! Es sólo... sólo...

Guardó silencio, es sólo que... ¿qué? ¿Una oferta de paz por lo sucedido? ¿Quería pagar por sus pecados con una comida tan simple como esta? ¿Una que ni siquiera debía ser tan deliciosa y de buen gusto? El príncipe no sabía bien cómo empezar la conversación que sabía, debían tener.

Mientras él se debatía con sus pensamientos y sentimientos internos, un par de manos pálidas aparecieron en su campo de visión. Ni siquiera notó el momento en que agachó la cabeza para fijarse en el plato que sostenía sobre su regazo. Los delgados dedos se posaron sobre los suyos, primero con vacilación, y luego —cuando el dios no se apartó— con mayor seguridad.

Sus cálidas manos terminaron envueltas por las frías del contrario.

—Me encantaría probar la comida de Su Alteza —dijo Hua Cheng. Xie Lian alzó la vista, unos ojos oscuros y profundos lo miraban con nada menos que sinceridad en ellos. Sintió ganas de llorar.

—Hm, espero que te guste —parpadeó de forma repetida para alejar las lágrimas. No era momento para eso.

Con un movimiento suave, el fantasma retiró el tazón de las manos del dios. Xie Lian le pasó un juego de palillos para que utilizara, Hua Cheng le agradeció con una sonrisa.

Por un tiempo ninguno dijo nada, cada quien concentrado en sus propios pensamientos. El príncipe apretaba y soltaba la tela de su túnica, causando leves arrugas de las que no era consciente. Por su parte, el Rey Fantasma se dedicaba a llevar bocado tras bocado del arroz. Arroz que no se veía como tal.

Cuando el último trozo desapareció, Hua Cheng depositó tanto el tazón como los palillos en la bandeja a su lado. Xie Lian le dio una mirada de reojo: no había ni un solo grano en él. Sonrió, tal vez su cocina no fuera tan desastrosa a final de cuentas.

When Two Pieces CollideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora