Capítulo 1

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Capítulo 1: La Habitación Celestial

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Había momentos donde tener el título del ser omnipresente más poderoso del universo era cansado. Bueno, este era uno de esos momentos.

La liberación de su pueblo era todo lo que Dios deseaba. Donde anteriormente había una convivencia sana entre el pueblo egipcio y el pueblo hebreo, ahora solo quedaban ruinas y esclavitud, siendo el pueblo hebreo el que fue sometido.

Actualmente, mientras veía lo que pasaba en el mundo de los vivos, realmente había esperado que Ramsés liberara al pueblo hebreo, ya sea por las palabras de aquel que había crecido junto a él como un hermano, o por la demostración mínima de su poder frente a este o los nobles que se encontraban junto a él en el palacio real.

Pero no, Ramsés no solo se negó a cumplir su petición a través de Moisés, también llegó a burlarse de él y de su pueblo. Era más que obvio decir que Dios se encontraba profundamente indignado y molesto con Ramsés.

Fue entonces cuando congeló el tiempo y la vida en la tierra, lo bueno era que nadie allá abajo se daría cuenta de esto, mientras se enfurruñaba al rememorar las palabras de Ramsés.

Pese a ello, realmente no quería tener que castigar a Egipto con plagas que no solo pondrían en riesgo vidas inocentes, sino que también serían la causa de cientos de muertes por la soberbia del Faraón.

"Por lo menos no tengo que tratar con Seti", pensó Dios mientras tomaba forma corpórea y se frotaba la sien en señal de irritación y desesperación. Pensar en el antiguo Rey de Egipto siempre lo ponía de mal humor.

El hombre no solo había esclavizado (como si eso no fuera horrible), también había mandado a ahogar en el Nilo a los bebés hebreos.

— No sirve de nada desesperarse ni enfurruñarse, padre — la suave voz de una de sus hijas, Azrael, se oyó en todo el templo central de la ciudad de plata.

— ¿Has escuchado todo lo que dijo? — preguntó mientras veía a su hija acercarse a su lado. — Apofi no me hubiese dado tantos problemas, él sí escuchaba y ponía al reino por encima de su orgullo.

— Apofi era un faraón diferente, padre. ¿Recuerdas? — Azrael mencionó calmadamente — Él y Tany vivieron una época diferente, así como eran bastante sabios y de mentalidad abierta — recordó mientras soltaba una pequeña risa feliz. Junto a ella, Dios sonreía por el recuerdo de los antiguos reyes de Egipto.

— Lo sé querida hija, lo sé — Dios suspiró con pesar al recordar la actual situación en la que se encontraban

— ¿Qué vas a hacer, padre? — Azrael se veía algo dudosa mientras preguntaba, — Pido disculpas por entrometerme en tus planes, pero realmente desearía que, si hubiese alguna forma de evitar muertes de inocentes, buscáramos usarla para salvar aquellas vidas. — Una sonrisa triste apareció en el rostro del ángel — Soy el ángel de la muerte, padre; me diste el trabajo porque decías que, mi empatía, me ayudaría a brindar consuelo a las almas que abandonaban el mundo de los vivos. Así que, al ser empática, es muy doloroso para mí ver almas inocentes dejar el mundo, almas que tenían toda una vida por delante. — su voz terminó siendo solo un susurro, mientras sus ojos se llenaban de dolor por el recuerdo de las almas inocentes que tuvo que recoger cientos de veces.

Dios miró a Azrael con una sonrisa mientras decía — Y exactamente por eso te di aquel trabajo, hija mía. — mientras suspiraba con cansancio, comprendiendo perfectamente los sentimientos de Azrael, a Dios se le ocurrió un plan — Creo que podría haber una forma de evitar aquella desgracia y, — agregó mientras sus ojos brillaban con emoción — al mismo tiempo podría liberar a nuestro pueblo de la esclavitud a la que fue sometido por Egipto.

"Y DIJO EL SEÑOR..." - Watching Moisés y los diez mandamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora