Habitación

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-Vale creo que eso es todo. Si quieres puedes tomar una ducha para que te desestreses un poco. Viajar es cansador y de un continente a otro es peor a si que... es todo tuyo. - Dereck señala la sala de baño.

-¿Todo mio?

-Es una forma de decir...

-Todo mio. Gracias.

-Hey! Que desobediente eres, chica. - Dice sonriendo ampliamente. ¡Tiene hoyuelos en sus mejillas! ¡Que tiernos!

- Vale vale lo capté. Gracias.

-Cuando quieras. - Hace ademán de irse pero lo detengo por el brazo. Él se gira y me mira directo a los ojos.

-En serio, gracias. - Sostengo su mirada. Tan intimidante. Estoy muy agradecida de que él esté cediendo su cuarto y que fuese a buscarme al aeropuerto. En esa simple palabra. Gracias.

- En serio, cuando quieras. - Se acerca y me besa la mejilla. Luego me mira por unos segundos y se va cerrando la puerta.

Ahora estoy sola. Un poco asombrada por ese beso. Sus labios muy suaves y tibios dejaron una sensación muy especial en... mi.

Okey basta de amorosidades. A desempacar.
Saco mi ropa de mi maleta, no es mucha.

Mirando la habitación veo una sola foto en un cuadro en una de las paredes. Es él con su equipo de rugby. Está en el centro sonriendo con el balón en la mano. Y Tiago también está. Justo a su izquierda. Ambos sonríen mirando la cámara como si pudiesen transmitir esa emoción y alegría a través del vidrio del cuadro. Del fondo está la cancha y el entrenador.

Alguien toca a mi puerta y me siento como si me cogieran de intrusa.

-Pase

Entra una anciana de cabello blanco recogido y muy amable.

-Buenas, permiso. Vengo a sacar la ropa de Kito para llevarla al cuarto de Martin.

- ¿Kito?

- Oh - sonríe - Dereck. Abreviación sería Dereckito. Pero yo le llamo Kito. No le vayas a llamar así, se enoja. Aunque es muy gracioso verlo enojado - ella entra y abre un armario lleno de pantalones en un cajón y de camisetas en otro. Los zapatos y zapatillas en otro y las chaquetas ~ chamarras ~ en otro. Ordenadísimo. Me quedo boquiabierta.

- Claro claro no se preocupe. Gracias.

Ella no responde y sigue sacando la ropa tranquilamente.

- Y... ¿usted trabaja hace mucho tiempo con los Breslow? - Me animo a preguntar.

Ella no responde. Quizá fué muy intrusa mi pregunta, o como dirían en mi país, patuda.

-¿Sabe usted en que parte de la ciudad estamos?

Tampoco me responde. Me siento avergonzada.

-Disculpe, ¿me habló? - Ella se gira y me mira.

-Uh... si. Pero no es nada importante.

-Lo siento, es que yo soy sorda de un oído. A si que escucho muy bajo. Mi hija dice que debo usar audífonos pero no sé como se usan esos aparatos. ¿Imagínese que despues no se quitan? Dios santo esos son aparatos del demonio.

Esta señora me saca carcajadas y me parece adorable.

-Está bien. No se preocupe. ¿Quiere que le ayude? - Elevo un poco más mi voz.

Me levanto dispuesta a quitarle el pesado fardo de camisetas.

-Eres muy amable - Dice con su gastada voz.

¿Y si digo que... No?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora